Mentoreo Magistral
Podcast de Red de Multiplicación
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14 episodiosHabía acabado de mudarme a Florida, era septiembre, y estaba insoportablemente caliente y pegajoso. En la casa no funcionaba el aire acondicionado. El problema parecía ser la bomba que circulaba el agua necesaria en la unidad de tipo agua-a-aire/aire al agua. Ray, mi vecino, vino al rescate. Desconectó la bomba y la llevó al taller en su garaje. Puso la bomba en su banco de trabajo y a continuación seleccionó un gran número de herramientas y las puso en la mesa de trabajo también: “Usted puede arreglar casi cualquier cosa si tiene las herramientas adecuadas”, dijo. Esa frase se me quedó: “Puedes arreglar casi cualquier cosa con las herramientas adecuadas”. Como el mentoreo es, principalmente, una tarea relacional, esta tiene objetivos definidos: crecimiento en carácter (ser), competencia (hacer) y el contenido (conocer). Existen herramientas que puede utilizar un mentor para ayudar al mentoreado a crecer en estas tres formas. Ellas son: buenas preguntas, una ruta de mentor, un currículo de tutoría, desarrollo de competencias, desarrollo del carácter y el equilibrio.
Juntos hemos tomado un viaje hacia el arte y la ciencia del mentoreo magistral. Aprendimos sobre los orígenes de la palabra mentor, procedente de la prosa Griega. Hemos visto como Mentor fue un padre sustituto, maestro y acompañante al hijo de Odiseo, Telémaco. Otras personas quienes han desempeñado el mismo rol han llegado a ser conocidos como mentores. Vimos ejemplos de los ellos en la historia, en la ficción y en la misma Biblia. Comenzamos a describir un mentor, a pintar un cuadro de aquello a lo que un mentor se asemeja, particularmente por lo que él o ella hacen. Vimos que los mentores eran como parteras que ayudan a dar a luz nuevas ideas en mentoreado. Los mentores también fueron descritos como “guías en el costado” antes que “sabios en el escenario”. Son promotores del mentoreado, salvavidas, personas con quienes se puede hacer resonancia sobre ideas y planes, hermanos y hermanas mayores espirituales. Uno de los descriptores que utilizamos realmente lo dice todo: uno que cultiva gente. Eso es lo que hacen los mentores: que la gente crezca. Son una especie de jardineros maestros que ponen una semilla en la tierra, la riegan y la fertilizan. Eventualmente los las plántulas germinan y un tallo se levanta del suelo para que aparezcan hojas, casi como por magia. Eventualmente la nueva planta llega a ser aquello que tenía que ser, produce flores o frutos; se reproduce en otras semillas para iniciar el proceso completo de nuevo. Un jardinero japonés toma un árbol de cedro pequeño, lo poda, le da forma y lo convierte en un Bonsái. Un mentor es como un jardinero de bonsái. El producto debe ser un crecimiento, una iglesia saludable.
Hemos considerado el mentoreo desde perspectivas muy diferentes. Sin embargo, nos resta considerarla desde la perspectiva de género y raza. ¿Produce algún problema el mentoreo entre personas de distinto género? ¿Se puede tener éxito, cuando de mentorear se trata, con alguien que procede de un grupo étnico o de una raza diferente a la nuestra? ¿Se encuentran algunos de estos grupos en nuestras iglesias? Estas son algunas de las preguntas que esperamos responder en este capítulo.
El buen mentoreo no es algo que “simplemente ocurre”, por lo menos no en una buena forma. Requiere algo de entrenamiento de parte del mentor. También requiere entendimiento de parte del mentoreado en lo concerniente a su propio rol. De hecho Gailbraith y Cohen escriben: “Si los educadores… adultos van a ser mentores efectivos, y si los alumnos adultos van a ser mentoreados efectivos, entonces se requiere un esfuerzo deliberado para adquirir el entrenamiento apropiado”1. Esta es la razón por la que dedicamos un capítulo a lo que se hace y a lo que no se hace en el mentoreo. Esperamos que usted aprenda tanto de nuestros errores como de nuestros aciertos.
“Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros”2 Timoteo 2:2. Con estas palabras, pensando sobre el futuro de la iglesia cuando él se hubiera marchado, el apóstol Pablo instruye –¿suplica incluso?– a su mentoreado Timoteo para que comparta con otros mentoreados las buenas nuevas del evangelio en todas sus dimensiones. Pablo se dio cuenta de su condición de mortal y de su incapacidad para compartir el evangelio, y “todo el consejo de Dios”, con las generaciones futuras. También dio cuenta de que, a fin de que este evangelio fuera proclamado a través del mundo conocido de aquél entonces, este mensaje necesitaba ser confiado a otros, que de manera exponencial, multiplicaran el número de los que lo escucharían. Esta es una lección que me hubiera encantado aprender temprano en mi ministerio.
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