
Un Minuto Con Dios
Podcast de Dr. Rolando D. Aguirre
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060825 - El Diario Que Sobrevivió al Horror by Dr. Rolando D. Aguirre

En el año 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, un prisionero llamado Tomás fue seleccionado para morir en un campo de concentración. Cuando escuchó su nombre, cayó de rodillas llorando suplicando: “¡Tengo esposa e hijos!”. Sorprendentemente, otro prisionero se acercó al oficial y dijo: “Yo no tengo familia. Déjelo vivir. Yo tomaré su lugar”. El oficial aceptó. El hombre que se ofreció murió días después, pero el que fue perdonado vivió para contar la historia durante décadas. Con lágrimas, siempre decía: “Estoy vivo porque alguien ocupó mi lugar”. De la misma manera, tú y yo teníamos una sentencia. El pecado nos había separado de Dios. No teníamos cómo pagar, ni con qué justificar nuestra culpa. Pero el Señor Jesús se ofreció voluntariamente a tomar nuestro lugar en la cruz. No lo hizo por obligación, sino por amor eterno. Su sacrificio no fue simbólico. Fue real, sangriento y necesario. Él murió para que tú vivas. Fue castigado para que tú seas perdonado. Por eso, nunca olvides lo que vales. Eres profundamente amado. Tu vida tiene sentido porque el Señor Jesús decidió ocupar tu lugar. La Biblia dice en Juan 15:13: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (RV1960).

En el año 1989, el Muro de Berlín, símbolo de opresión y división, cayó ante los ojos del mundo. Tras décadas separando familias, culturas y libertades, miles de ciudadanos del Este se acercaron con martillos y manos desnudas. Lo que parecía indestructible se vino abajo no solo por presión política, sino por una convicción compartida: “la libertad vale cualquier riesgo”. Un joven cruzó la frontera llorando y dijo: “El muro cayó, pero nosotros ya nos habíamos levantado”. De la misma manera, en nuestra vida también hay muros: “barreras emocionales, espirituales o relacionales que parecen inamovibles”. Nos sentimos atrapados por el pasado, por fracasos o por heridas que han endurecido el corazón. Sin embargo, Dios es especialista en derribar lo que limita. En la Biblia, los muros de Jericó no cayeron por fuerza militar, sino por obediencia y fe. El pueblo no empujó el muro, solo obedeció la voz de Dios. Por lo tanto, si hoy enfrentas una barrera imposible, recuerda que no estás solo. El Dios que derriba muros aún pelea tus batallas. Solo debes creer, avanzar y obedecer. La Biblia dice en Josué 6:20: “...el pueblo gritó con gran vocerío, y el muro se derrumbó...” (RV1960).

En 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, un soldado estadounidense llamado Harold escribió una carta a su esposa mientras estaba en Europa. Nunca la pudo enviar. Fue encontrada décadas después en una chaqueta donada a una tienda de segunda mano en Ohio. La carta decía: “Si no regreso, recuerda que viví para amarte”. La esposa ya había fallecido, pero la carta conmovió a miles que la leyeron en redes sociales. El amor escrito, aunque no fue leído en su momento, aún impactó generaciones. Así son muchas oraciones. Crees que Dios no las escuchó, que quedaron olvidadas en algún rincón del cielo. Pero cada palabra, cada suspiro, cada lágrima derramada en fe fue recibida por el Dios eterno. En Apocalipsis, las oraciones de los santos son presentadas como incienso ante el trono de Dios. Nada se pierde. Nada se olvida. Por lo tanto, si alguna petición parece sin respuesta, no desmayes. La carta de fe que enviaste a Dios será abierta en Su tiempo perfecto. La Biblia dice en Apocalipsis 5:8: “Y las copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos” (RV1960).

En el año 2020, tras los incendios forestales que devastaron Australia, una historia se volvió viral. En medio de las ruinas de su casa calcinada, una mujer llamada Maree tocó un viejo piano ennegrecido por las llamas. Aunque estaba desafinado, tocó un himno cristiano mientras las lágrimas recorrían su rostro. Su video fue compartido por millones. Cuando le preguntaron por qué lo hizo, respondió: “Todo se perdió, pero mi fe quedó intacta”. A veces creemos que adorar solo es posible cuando todo está bien. Pero el verdadero acto de fe ocurre cuando adoramos en medio de las cenizas. Cuando no tenemos respuestas, pero sí confianza. Cuando todo parece perdido, pero aún queda una canción. En la Biblia, Job se postró y adoró justo después de perderlo todo. Pablo y Silas cantaron en prisión. Jesús oró en Getsemaní, sabiendo que la cruz venía en camino. Por consiguiente, si estás entre ruinas, no te calles. Eleva tu oración, aunque sea un susurro. Toca tu canción, aunque parezca desafinada. Dios se glorifica en los altares construidos con cenizas. La Biblia dice en Isaías 61:3: “A ordenar que a los afligidos... se les dé gloria en lugar de ceniza” (RV1960).
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