
Palabras de Vida
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La biblia nos cuenta que en el principio Dios creo al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (Génesis 1:26-27). El plan original de Dios ha sido que vivan en completa armonía, como iguales. Ambos tenían el deber se sojuzgar la tierra, eran un equipo. Sin embargo, con la entrada del pecado esta relación edénica se trastoco. El plan original de Dios para la humanidad se malogró. Efectivamente hay relatos consignados en la biblia que dan la apariencia que Dios estuviera de acuerdo con ciertos comportamientos. Por ejemplo, en varios pasajes se relata como los “patriarcas” practicaban la poligamia, como fue el caso de Abraham, Jacob, David, Salomón y otros más. También podríamos citar otro caso, como el de Dina, hija de Jacob, que fue abusada por un cananeo sin que su padre hiciera algo por defenderla. También esta el caso de Tamar, una mujer que acosada por las circunstancias tuvo que prostituirse para que un hijo de Jacob, Judá, cumpliera con el deber de cuidar de aquella desdichada viuda. También esta el ejemplo de Milca, hija de Saúl, que fue usada como moneda de cambio por su padre para manipular al joven David. Estas historias nos revelan cuan dañino es el pecado en la vida de las personas. El hecho que muchos de los “seguidores” de Dios tuvieran por costumbre estas prácticas no significa que Dios las aprobará. Por ejemplo, en el caso de la poligamia Dios dijo que “el hombre dejará la casa de su madre y se unirá a su mujer y serán una sola carne” en ninguna parte dice que Dios autorizó a estos hombres a tomar muchas mujeres. En el caso de Dina las consecuencias de la debilidad del carácter de Jacob fueron funestas ya que los hermanos de Dina al ver la debilidad de su padre decidieron vengar el honor de su hermana y acecinaron a todos los hombres de la ciudad. En el caso de Tamar, Judá trajo deshonra a su casa al dejar embarazada a la viuda de uno de sus hijos. Y en el caso de Milca, Saúl pago con su propia vida su mezquindad. Afortunadamente la biblia no esconde el “pasado oscuro” de sus héroes. Les muestra tal cual son. Y desafortunadamente muchos de ellos permitieron que la “cultura dominante” de su época influyera en las decisiones que tomaron. En la antigüedad era costumbre que un hombre tomara cuantas esposas le fuera posible sostener y las usaba como moneda de cambio. El trato que muchas de ellas recibieron es realmente indigno. Como sucede en el caso de Vasti (Ester 1), esposa de un poderoso rey Medo Persa que en medio de una juerga decide usar a su esposa como trofeo y objeto de victoria para satisfacer su ego desenfrenado. Esta mujer se niega a participar y como resultado fue depuesta del trono y relegado al olvido. Todas estas historias son repulsivas porque muestran cuan desagradables y detestables podemos ser los seres humanos. En especial nosotros los hombres. Por siglos hemos sido los amos y señores de la historia. Hemos tenido casi el absoluto control del devenir de los acontecimientos de este mundo. Y aprovechándonos de esa posición dominante hemos hecho en muchos casos la vida de millones de mujeres lo más miserable que pueda ser posible. Pero, así como en la biblia se nos relatan hechos desagradables de los que fueron victimas muchas mujeres, también nos relata del heroísmo de algunas mujeres que desafiaron a la cultura dominante y decidieron actuar. Por ejemplo, esta el caso de Rahab, una prostituta que aún cuando no era su deber, decidió apoyar a los israelitas en las campañas de conquista de Jericó (Josué 2) y es una de las tres mujeres mencionadas en la genealogía de Jesús en Mateo 1. También esta el caso de Débora que ante la debilidad de liderazgo de los hombres de su época se erigió como jueza de los israelitas por indicación divina y les salvó de la aniquilación total (Jueces 4 y 5) y fue exaltada como heroína nacional. Pero no son los únicos casos, también esta Huldá, la mujer que Dios usó para orientar al rey Josías en su propósito de restaurar...

Esta es tal vez una de las preguntas más difíciles de digerir en todo el pensamiento cristiano. En primer lugar, tenemos que ser contundentes: no hay razón alguna para que el mal exista, no hay justificación para su presencia. ¿Y quién lo dice? Sencillo: Dios mismo. La biblia dice que cuando Dios creo el mundo todo era bueno en gran manera (Génesis 1), todo era perfecto y había una armonía entre todos los elementos y seres vivos. Sin embargo, en Génesis 3 se nos ilustra que en medio de huerto de Edén había un árbol del Conocimiento del Bien y el Mal. Dios les dijo a Adán y Eva que de todo fruto del huerto podían comer menos de este. Aquí entonces surge una pregunta ¿Qué necesidad había de poner un árbol que surgiera como “tentación” para la joven pareja? Bueno, la biblia dice que antes de la creación del mundo hubo en el cielo un ser admirable y hermoso llamado Lucero de la Mañana (Isaías 14:12-15 y Ezequiel 28:14-16) que comandaba las huestes angelicales. Su belleza no tenía comparación entre todos los seres creados, estaba en la misma presencia de Dios día y noche. Sin embargo, el relato bíblico nos dice que en un momento toda esa hermosura y grandeza se convirtió en el combustible necesario para que este ser decidiera revelarse contra Dios. Nuevamente tenemos un problema mayor. Es decir que en últimas la culpa de que este ser albergara la iniquidad en su corazón es culpa de Dios, ya que fue Dios quien lo creo perfecto y le dio la belleza y rango que posteriormente lo llevo a rebelarse contra Dios. Esta es la conclusión a la que desprevenidamente podemos llegar. Sin embargo, el árbol del Conocimiento del Bien y del Mal nos revela quien es Dios. ¿Por qué? Bueno la escritura nos dice que este ser deseaba se igual a Dios (Isaías 14:13), anhelaba ocupar el trono de Dios. Y cuando Eva se apartó de su esposo y se acercó al árbol del conocimiento del bien y del mal la serpiente que era “astuta” le dijo “Con que Dios ha dicho que no comas de ningún fruto del huerto”. La pregunta de la serpiente es tendenciosa, llena de veneno. Dios había dicho que podían comer de todo fruto menos de uno, la serpiente ahora decía que no podían comer de ningún fruto del huerto. Hagamos una pausa. Recapitulemos. En primer lugar, el universo era perfecto hasta que un ser tomo la decisión de ser igual a Dios. En segundo lugar, Dios creo un mundo perfecto y planto un huerto llamado Edén, allí puso a Adán y Eva para que lo cultivaran, lo cuidaran y se multiplicaran. Tercero, en ese huerto Dios puso un árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. ¿Por qué estaba ese árbol ahí? Porque la escritura dice que ese ser que se revelo contra Dios (Apocalipsis 13) llamado Satanás, Diablo o Serpiente Antigua estaba en abierta guerra contra Dios. Y la tierra se convirtió en el campo de batalla de esa disputa interestelar entre Dios y Satanás. Teniendo esta claridad, volvamos al relato bíblico. Desafortunadamente Eva decidió escuchar la Serpiente, su ofrecimiento de ser semejantes a Dios (Génesis 3:4-5) y de una vida eterna fue tremendamente seductora. Tomo el fruto y junto con Adán se rebelaron contra Dios. El resultado: Fueron expulsados del huerto y de ahora en adelante un nuevo huésped haría parte del día a día de la humanidad: La muerte. Ahora tenemos claro que el mal existe porque un ser perfecto decidió ser igual a Dios y usurpar el trono de Dios. También tenemos claro que ese ser engaño a Adán y Eva y los arrastro en su rebelión contra Dios. Y que producto de la desobediencia de Adán y Eva el mundo perdió su perfección original y la muerte se convirtió en el factor común de la existencia de todas las formas de vida de este planeta. De nuevo tenemos un culebrón: ¿Quién creo a la Serpiente? ¿Quién creo a Adán y a Eva? Pues Dios, entonces nuevamente lo primero que se nos viene a la cabeza es que la culpa de todo al fin de cuentas es de Dios. Cuando Dios llamo a Adán y le pregunto si había...

Esta pregunta está asociada indirectamente a una cuestión que ha sido objeto de muchos estudios y discusiones ¿Cómo llegamos a ser quienes somos hoy? Frente a esta pregunta se han dado ene mil explicaciones. En este espacio no podemos tratar todas las posiciones, pero hay dos que han dominado la discusión a este lado del mundo. Una que explica el origen de la vida a partir de la intervención de un ser superior, al que el pensamiento judeocristiano, del cual hacemos parte muchos de nosotros, llamamos Dios. Y otra que explica el origen de la vida a partir del azar. En resumen, podríamos decir, con poca rigurosidad académica que estas dos visiones son las que han dominado la explicación del origen de la vida con sus diferentes matices al interior de cada posición. Estas posiciones tienen sus puntos a favor que las hacen muy creíbles. Por ejemplo, en el caso del creacionismo bíblico juega a favor el “diseño inteligente” ya que las probabilidades de que un sistema tan complejo como lo es una ameba se hubiera podido formar a través del ensayo error, prácticamente es imposible esta idea desde el punto de vista matemático, las probabilidades son casi nulas si no hubiere mediado un “diseñador”. Y qué decir del caso del equilibro, una de las funciones más básicas del oído humano, no funcionaría si la gravedad no tuviera la medida que tiene, si fuera un metro/segundo más o menos no podríamos caminar erguidos, andaríamos dando tumbos. A favor del azar están las preguntas que el creacionismo no ha podido resolver con toda claridad, como por ejemplo la tendencia del universo a autodestruirse (Agujeros negros y la materia oscura) y la existencia de algunas especies como los dinosaurios y los “homus”. En resumen, ambas visiones del mundo tienen sus puntos a favor y en contra, así que al no tener una certeza 100% segura de quien tiene la razón entra un tercer elemento que ha sido objeto de todo tipo de especulaciones y expresiones: la fe. De nuestra parte nos inclinamos a creer que somos el resultado del “diseño inteligente”, del Dios Creador que se menciona en el libro de Génesis. Aquí muchos podrán decir que somos unos tarados como muchos de los cristianos radicales que hoy abundan por ahí, que han llegado a decir que la tierra es plana o que las vacunas son nocivas para la salud haciendo caso omiso ante tanta evidencia cientifica. Ahora, ¿porque hacer esta claridad? ¿qué relación tiene con la pregunta inicial? Bueno, para tratar de responder esta inquietud debemos sentar una posición respecto al origen de la vida. Nosotros creemos que Dios creo nuestro sistema solar en siete días, en el primer día creo la luz y separo la luz de las tinieblas; a la luz llamó día y a las tinieblas noche (Génesis 1:3-5). El segundo día separó las aguas de la expansión de los cielos; a la expansión llamo cielos (Génesis 1:6-8). El tercer día junto las aguas que separo de la expansión y descubrió lo seco; a las aguas llamó mares y a lo seco llamó tierra; además en la tierra Dios ordenó que se produjera toda la vegetación en todas sus formas (Génesis 1:9-13); El cuarto día creo las estrellas, la luna para la noche y el sol para el día; a la luna la puso para contar los meses y el sol para contar los años (Génesis 1:14-19). El quinto día llenó los mares de todos los seres vivos que lo habitan y todas las aves que adornan el cielo (Génesis 1:20-23). El sexto día creo todos los animales que habitan la tierra y al finalizar creo al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, poniéndolos como mayordomos de toda la creación (Génesis 1:24-31). El libro del Génesis, capítulos 3 – 9, cuenta que este “orden perfecto” fue alterado y la muerte entro a dominar un espacio que había sido creado exclusivamente para la vida. Así que después de la gran devastación generada por el diluvio universal solo una familia sobrevivió, la de Noé. Seguidamente en el capítulo 10 de Génesis se nos relata como la tierra se repobló y nos cuenta de...

¿Por qué deberíamos “portarnos” bien? ¿Qué ganamos con tener un comportamiento moralmente correcto? En los días de Jesús los fariseos eran las personas a las que los judíos respetaban. Eran los guardianes de la tradición judía, eran los defensores número uno de las leyes ceremoniales. Tan preocupados estaban por la pureza ceremonial que evitaban el contacto con las personas indeseadas de su sociedad: pobres, viudas, huérfanos, publicanos y por supuesto, prostitutas. Como estas personas, a su creer, eran marginadas por los castigos divinos a causa de sus “pecados” ellos evitaban todo contacto con esas personas. En el otro extremo estaban los publicanos, eran parte de ese grupo de indeseados, junto con las prostitutas. Los publicanos eran los cobradores de impuestos que traicionando a sus connacionales trabajan como administradores de los romanos. Eran objeto de todo el odio judío a causa de su trabajo. No eran aceptados en las sinagogas y se prohibía que un judío de “bien” tuviera contacto con ellos. En resumen, los fariseos era la “gente bien” de su época y los publicanos eran los “indeseables”. Jesús conto una historia a quienes “confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros” (Lucas 18:9 RV1960). Les dijo: “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano” (Lucas 18:10 RV1960). Siguió con el relato diciendo: “El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano” (Lucas 18:11-12 RV1960). Continuando con la historia les dijo: “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13 RV1960). Muchos podemos tener el comportamiento del fariseo, podemos tener una vida intachable ante las personas que nos conocen. Podemos ser “gente bien” que merece toda la admiración del mundo. Al igual que el fariseo podemos estar en el error de pensar que necesitamos hacer algo para merecer el favor divino, podemos creer que si hacemos el bien si o si Dios debe recompensar nuestro “buen comportamiento”. Este es el engaño más grande del que puede ser victima un creyente. A los ojos humanos este fariseo merecía ser alabado y ser puesto por ejemplo por su religiosidad. En contraste esta el publicado, ese ser despreciable, que fue al templo y lo único que tenia que mostrar era su realidad: era un ser despreciable que no merecía el favor divino. No hay más que decir de este publicano, merecía todos los “castigos” posibles. Sin embargo, Jesús dejo a su audiencia boquiabierta al decirles: “Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:14 RV1960) ¿Qué dijo Jesús? ¿Qué el despreciable publicano descendió a su casa justificado y que el buen fariseo no? Pues si, eso fue lo que dijo Jesús. No es lo que hacemos lo que nos hace merecedores del favor Divino. Debemos entender que Dios nos ama, punto. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16 RV1960) ¡Dios nos ama y ese amor no depende de lo que hagamos! Entonces, ¿Por qué debemos tener un comportamiento “correcto”? Muchos hemos creído que debemos hacer méritos para ganar el cielo, que nuestro comportamiento define si seremos salvos o no. Pablo es contundente: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8 y 9 RV1960). Tenemos que entender que es por la gracia de Dios que se nos ofrece la salvación. Así de simple, lo único que debemos hacer es aceptar los méritos de Cristo. Esta es la única...

La pregunta parte de una duda razonable hacia el amor de Dios. Aquí es importante aclarar que enseña la Biblia acerca del amor de Dios. El mejor ejemplo que encuentro en la Biblia es el caso de la mujer adultera que fue llevada a los pies de Jesús para ser condenada a muerte (Juan 8:2-11). Esta mujer era acusada de prostitución, un delito que en su época se pagaba con la vida misma. Lo interesante del relato es que los hombres religiosos de su época solo llevaron ante Jesús a la mujer, el hombre fue excusado convenientemente. Allí Jesús les dijo a los acusadores de esta desafortunada mujer que quien estuviera libre de pecado podía lanzar la primera piedra, dicho esto Jesús se acurrucó y empezó a escribir en la tierra. Los hombres al verse denunciados públicamente de sus pecados se marcharon hasta que la mujer quedo sola. En ese momento Jesús le pregunta “¿Dónde están los que te acusan? ¿Ninguno te condenó?” a lo que la mujer responde “Ninguno”. Y es en ese momento en que Jesús le dice “Ni yo te condeno, vete y no peques más”. Esta es una muestra de lo que es el amor de Dios. No es como igual a lo que nosotros llamamos amor, nuestro amor es condicional, es resultado de una transacción, es una respuesta a un estimulo. Sin embargo, el amor de Dios es incondicional, no espera nada a cambio, se ofrece sin motivo o razón alguna. El amor de Dios es incomprensible al entender humano. Por ejemplo, Jesús dijo “Nadie tiene mayor amor que alguien que da la vida por sus semejantes” (Juan 15:13), también dijo “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado su Hijo unigénito para que todo aquel que en el crea no se pierda más tenga vida eterna” (Juan 3:16). El amor de Dios es universal, es capaz de perder hasta vida misma con tal de que su amor sea una realidad en la vida de sus criaturas. De paso, la vida de Jesús es la mayor expresión del amor de Dios. Jesús dijo que había venido a buscar a sus ovejas perdidas, que había venido a salvar a pecadores. Su trato siempre fue con los marginados: mujeres, prostitutas, ladrones, publicados, pobres, vagabundos, leprosos, ciegos, viudas, desposeídos y la lista continua… Así que lo que primero que debemos dejar claro es que Dios ama a todos los seres humanos sin hacer ningún tipo de excepción. En su época las personas más desagradables de la sociedad judía eran las prostitutas y los publicanos. Y fue a ellos de quienes Jesús dijo “las prostitutas y publicanos van delante de vosotros al Reino de los cielos” (Mateo 21:31). ¿Pero como Jesús fue capaz de decir eso? Bueno, porque como él mismo dijo “al que se le perdona mucho, mucho ama. Al que poco se le perdona, poco ama” (Lucas 7:47). Aquí es necesario hacer un alto. Jesús dijo esto porque nos quería dejar claro que la salvación y el amor de Dios hacia nosotros no depende de lo que hagamos, el nos ama desde el principio. Si le obedecemos es porque se da como una respuesta natural a ese amor tan grande que no puede expresarse de otra forma en la vida de un ser humano que imitar al que tanto nos ama. Sin embargo, para quienes deciden invertir la ecuación, es decir, tratar de amar a Dios por sus propios medios lo único que les espera es tristeza y una vida miserable. Entonces podemos afirmar que Dios ama a los homosexuales, a pesar de. Los ama, punto. No podemos explicar ese amor, es un misterio. Ahora bien, la pregunta ¿por qué Dios no acepta a los homosexuales? Parte de un prejuicio nuestro, nosotros no los aceptamos, pero ese hecho no significa que Dios no los acepta. Así como Jesús mostró amor y misericordia hacia la desdichada prostituta, un desagradable ser humano que no merecía ningún trato digno, de esa misma forma Dios ama a los homosexuales. Ahora bien ¿acepta su pecado y les dice: sigan viviendo así? En ninguna manera. Dios ama al pecador, pero aborrece el pecado. Allí esta la diferencia y es donde muchos nos desorientamos. La escritura es muy clara al afirmar “¿No sabéis que los injustos no...
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