Reflejos de su gloria

Reflejos de su gloria

Podcast door David y Maribel

Reflejos de su gloria es un programa que tiene como objetivo compartir las enseñanzas de las Escrituras, celebrando la gloria de Dios, con el deseo de reflejar su carácter con cada enseñanza.

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Cantares-132 Cantar de los Cantares

El libro de Cantar de los Cantares ha sido cuestionado a través de la historia. ¿Qué hace un libro de poesía entre dos enamorados en los libros sagrados de Dios? Cada vez que alguien ha levantado sospechas sobre el libro de Cantares, este ha sido defendido, y su autenticidad mostrada. Aquellos que se encuentran dudando si este libro es digno de pertenecer al canon deben recordar que Dios es amor, y el amor es un regalo de Dios a la humanidad. El problema es que el concepto de amor se ha rebajado en la sociedad, y se habla de amor para hablar de emociones que parecen incontrolables y puramente románticas. No es así como Dios presenta el amor. Muchos han interpretado el libro como una alegoría, pero es mejor verlo cono una descripción poética de la belleza del amor humano en el contexto del matrimonio. Como el amor humano es un reflejo del amor de Dios, los principios del libro reflejan el perfecto amor de Dios hacia los suyos. Podemos resumir el tema del libro con dos versículos en el capítulo 8: “Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; Porque fuerte es como la muerte el amor; Duros como el Seol los celos; Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama. Las muchas aguas no podrán apagar el amor, Ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, De cierto lo menospreciarían.” (8:6-7) Esta parte de la Canción de Canciones tiene la típica estructura paralela de la poesía hebrea. Nos muestra un paralelismo inverso, ABCB’A’, con el enfoque dirigido hacia la línea central, la C. La primera idea se encuentra en la línea A y la variación de A en la ultima linea. “Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; Esta linea nos muestra el valor del amor, que es como un sello de certificación. Y la última linea de esta estrofa es una variación de esta, mostrándonos que no se puede comprar el amor “Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, De cierto lo menospreciarían.” Las dos lineas paralelas que les sigue, B y la variación de B, nos hablan de la fuerza del amor: “Porque fuerte es como la muerte el amor” Y hacia el final, “Las muchas aguas no podrán apagar el amor, Ni lo ahogarán los ríos.” El amor es fuerte como la muerte, y nada lo puede apagar. El verdadero amor perdura. No depende de las circunstancias temporales. ¿Y sabes por qué el amor es valioso y fuerte? Es por el origen del amor. Si el amor nace de la persona que ama, o del receptor del amor, entonces es posible que fluctúe o que desaparezca. Pero si el amor proviene de un ser eterno e infinito que además no cambia a través de las circunstancias y el tiempo, entonces el amor es como Él es. El valor y la fuerza del amor provienen del origen del amor, Dios mismo. “Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama.” Esta frase “fuerte llama” se refiere en Hebreo a la “llama de Jehová”. Dios nos ha dado la llama del amor, y nos pide que amemos como Él nos ha amado. Juan 13:34 “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.” ¿Y cómo ha amado Él? Juan 3:16 nos dice “De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.” Cuando Dios ama, da de sí mismo. Esta es la base del verdadero amor. El amor busca dar, no recibir. De ahí que podamos clasificar el egoísmo como antónimo de amor, a pesar de que el egoísta ama, pero se ama a sí mismo. Al que se ama a sí mimo desmesuradamente, le cuesta amar a otros. El altruismo, contrariamente, ama a otros sin esperar nada a cambio. Dios, que sabe nuestra naturaleza y quiere enseñarnos a amar nos lo explica: Mateo 22:39 y Marcos 12:31 “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Dios nos ha dado un amor propio natural saludable, pero nuestra tentación es amarnos de manera incorrecta. Un amor correcto de nosotros mismos debe llevarnos a protegernos adecuadamente, a cuidar nuestro cuerpo, a superarnos. Estas actividades no vienen siempre de forma natural. Solemos darnos gustos que no son saludables, nos permitimos excesos temporales que a la larga nos ocasionan problemas y nos lleva a vernos a nosotros mismos como enemigos de nuestro bienestar. Muchas veces lo que se diagnostica ligeramente como baja autoestima resulta ser, cuando se analiza más profundamente, un amor permisivo y erróneo a uno mismo. No nos atrevemos a hacer algo por miedo a fracasar, y llevado al extremo, cuando una llega a sospechar que otros no están contentos con ella, puede caer en depresión hasta el punto de desear no existir antes que existir en circunstancias que no le agradan. Salir de estas situaciones es dificilísimo, y suele requerir de ayuda externa. No quisiera sonar frívola ante tal grave situación, pero el punto al que quiero llegar es que algunas acciones dañinas para el cuerpo pueden partir de un amor propio equivocado y a una atención desmesurada a situaciones desfavorables. Dios sabe que podemos amarnos a nosotras mismas al punto de no poder dejar nuestro bienestar para amar correctamente a los demás. Así que Dios nos manda que amemos a los demás del mismo modo que nos debemos amar a nosotros mismos. Podemos ver a los protagonistas de Cantar de los Cantares, Salomón y la Sunamita, como tipos que ilustran el amor de Dios a Su pueblo. Así como Salomón buscaba a la sunamita, y ella lo buscaba y se entregaba a Él, Dios nos ha buscado y se regocija en que le busquemos y disfrutemos una relación íntima con Él. Cantar de los cantares nos deja una imagen de amor que debemos llevar a nuestra propia experiencia. ¿Cómo amas? ¿Has aceptado y disfrutado del amor de Dios en tu vida? ¿Compartes ese amor de forma altruista? ¿Amas como Dios te ha amado? Te invito a disfrutar del amor de Dios y a amarte a ti y a otros como Cristo ama.

Gisteren - 8 min
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Eclesiastés-131 Aguijones y clavos II

“Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor. Eclesiastés 12:11 Si aquí en este mundo debemos vivir con los tres aguijones que presenta el orador de Eclesiastés, Dios nos presenta tres clavos que nos dan estabilidad. Cuando los aguijones nos limitan, los clavos nos permiten mantenernos afirmados en verdades que no varían. El primer aguijón nos presentaba la incapacidad de controlar el mundo material en que vivimos. Al darnos cuenta de que hay mucho en este mundo que se escapa de nuestro control, podemos desanimarnos y desistir, o podemos afanarnos e intentar tomar control ejerciendo mayor esfuerzo. Ambas reacciones son contraproducentes, ya que no por intentarlo más conseguimos controlar mejor, y cuando desistimos del intento tendemos a desanimarnos. En lugar de afanarnos o desanimarnos, podemos buscar a Dios. Dios nos presenta un clavo que nos permite permanecer firmes y equilibradas. Ese clavo es la realidad de que Dios controla todo el Universo todo el tiempo. Generación va y generación viene, y Dios, a diferencia de nosotros, siempre ha estado presente. Dios creó este mundo y controla todo lo que existe en el universo. Vimos en el libro de Job cómo Dios tiene control sobre los astros del cielo, las estaciones, los ciclos de la Tierra, y hasta los ciclos de la vida. Hechos 2:23 nos dice que Cristo fue “entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios.” Dice Efesios 1 que aquellos que creemos en Cristo fuimos escogidos por Dios desde antes de la fundación del mundo. Romanos 8:28 dice que para aquellos que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien. No hay nada que pueda ocurrir a aquellos que en Dios confían que pille por sorpresa al Dios del universo. Y no hay nada que nos pueda ocurrir que Dios no pueda usar para nuestra edificación y crecimiento. Aquellos que en Él confiamos podemos permanecer firmes ante las circunstancias inciertas de la vida. Todos tendremos momentos de aflicción en este mundo. Eso nos afirma Juan 16:33 cuando dice “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” Si titubeas a la hora de poner tu confianza en Dios, seguramente será porque no lo conoces suficiente. cuanto más lo conozcas a través de Su Palabra, más confiadamente descansarás en su buena soberanía. El segundo aguijón trata de nuestra incapacidad de encontrar plena satisfacción en este universo material. En el capítulo 6 de Eclesiastés leemos: “Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres: El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal doloroso.” ¿Conoces a alguien con muchas posesiones que no es capaz de disfrutarlas? Esto es lo que describe este texto. ¿Como conseguimos disfrutar aquello que poseemos? ¿Cómo lo hacemos para que nuestras posesiones no nos posean a nosotros? Eclesiastés 3: 11 dice “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.” Dios ha puesto eternidad en nuestro corazón. Cuando paramos a ver lo corta que es la vida, las limitaciones de tiempo con las que nos encontramos diariamente y a largo plazo, podemos descansar en la realidad de que somos seres eternos. No alcanzamos a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin, pero podemos confiar en que Él ha planeado bien. El segundo clavo presenta esta preciosa verdad: que Dios ha provisto plena satisfacción para nosotros en Su persona. Cuando damos prioridad a Dios, podemos disfrutar de lo que Él nos da. Como podemos leer en el capítulo 3 de Eclesiastés, en el plan de Dios todo tiene su tiempo. Dios es eterno “Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.” (3:15) y lo que nos corresponde en esta vida que Dios nos ha dado es, como dicen los versículos 12 y 13 es disfrutar con sabiduría la vida que Dios nos ha dado. Dicen así: “Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor.” Mateo 6:33 nos recuerda : “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” ¿Qué cosas? Tenemos la contestación en Mateo 6:25-26 “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? Deberíamos disfrutar las cosas materiales como regalos de Dios, agradecidas y conscientes de Su amor y salvación. Esto traerá verdadera satisfacción en esta vida, y gozo durante la eternidad con Cristo. Si el tercer aguijón nos recordaba lo corta que es esta vida, y nuestra incapacidad de prolongarla, Dios nos ofrece un clavo que nos da seguridad. Esta es la seguridad de disfrutar lo que ahora tenemos con la confianza de que podemos disfrutar a Cristo toda la eternidad. Lo que hacemos en esta vida, será recordado por poco tiempo, como nos recordaba Eclesiastés 2:14-15: “El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro. Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio, me sucederá también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad.” El que gana riquezas, como el que consigue fama o el que obtiene sabiduría, todos pasarán. Si no, piensa en famosos de hace unos treinta años, y pregunta a los más jóvenes que tú si saben quienes son. En esta tierra la memoria es efímera. Y como dice el versículo 16, “ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio.” Sin embargo, podemos aferrarnos al tercer clavo: “Todo lo que Dios hace será perpetuo”, y esto lo hace para que nosotros temamos a Dios y confiemos en su perfecta sabiduría” Eclesiastés 3:14 Dios es eterno. Salmo 102:12 dice: “Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre, Y tu memoria de generación en generación.” Y Hebreos 13:8 nos afirma: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.” Romanos 1:20 nos da una verdad que confronta a aquellos que no creen en Dios, pero que es un ancla para aquellos que le buscan. “Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa.” ¿Quieres vivir esta vida tambaleándote según las circunstancias y sin satisfacción? ¿O prefieres vivir una vida firme y constante? Repasa estos tres clavos que Dios ha establecido para que puedas disfrutar la estabilidad que deseas. Confía en Dios y disfruta de la vida que Dios te ha dado.

14 jul 2025 - 10 min
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Eclesiastés-130 Aguijones y clavos I

“Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor. Eclesiastés 12:11 presenta lo que el libro de Eclesiastés está intentando enseñarnos. En primer lugar, el sabio nos presenta aguijones que incomodan, pero que a la vez nos provocan a actuar. Y en segundo lugar, y de forma complementaria, hay clavos que nos dan la estabilidad que necesitamos para vivir una vida sabia. En esta reflexión trataremos los aguijones que nos presenta el libro de Eclesiastés y en la próxima presentaremos los clavos que nos afirman. Los aguijones de los que habla el libro no son los de un escorpión. Más bien habla del instrumento que usa el ganadero para motivar a sus animales a seguir adelante cuando tienen la tentación de quedarse plantados en un lugar. Los aguijones nos provocan a examinarnos y no quedarnos donde estamos. Dios presenta en Eclesiastés tres aguijones que nos ayudan a reconocer nuestra insuficiencia y la necesidad que tenemos de alguien mayor que nosotros. Los tres aguijones que presenta Eclesiastés son: 1.La incapacidad de controlar el universo material 2.La incapacidad de plena satisfacción en este mundo material 3.La incapacidad de prolongar nuestra existencia El primer aguijón es que no podemos controlar el universo material. Eclesiastés 1:4-10 dice “Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo. Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.” ¿Conoces a alguien que pueda controlar el clima? El libro de Job nos recuerda que como humanos, somos incapaces de controlar el universo en que vivimos. No hay nada nuevo bajo el sol, y por mucho que intentemos llegar adonde otros no han llegado y conseguir controlar este universo, cosas grandes y pequeñas se nos escapan de las manos. Es ese afán de control lo que lleva a muchos a vivir una vida controlada por el estrés, a tal punto que sus propios cuerpos dejan de funcionar como debieran. Dios nos permite experimentar esta incapacidad de controlar cada situación para que miremos hacia aquél que creó y controla este universo, y que como dice el Salmo 115:3 “todo lo que quiso ha hecho.” En segundo lugar, no somos capaces de llegar a un nivel pleno de satisfacción en esta tierra. No hay nada en este universo material que nos pueda satisfacer. No importa cuánto pueda alcanzar el ser humano, siempre queda esa sensación de que falta algo más. Esto es lo que lleva a la avaricia, al agotamiento o a los conflictos. El predicador en Eclesiastés cuenta cómo él, siendo rey en Jerusalem, consiguió disfrutar de placeres que muchos quisieran tener: Adquirió conocimientos mayores que cualquiera de su época: Dice en el capítulo 1 “Miré todas las obras que se hacen debajo del sol” (1:14) “Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia.” (1:16) “Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos “(1:17) También disfrutó de placeres que le trajeran alegría. Dice en el capítulo 2: “Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. (2:1) Prosperó económicamente hasta ser conocido por sus riquezas. Dice: “Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; (2:4) Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; (2:8) “Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría. Resumiendo, nos dice el el versículo 10 del segundo capítulo: “No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena.” (2:9-10) Y sin embargo, al analizar todos sus logros, no encontró plena satisfacción, sino que descubrió el tercer aguijón del ser humano. El sabio rey llegó a la conclusión de que todo en este mundo era vanidad y aflicción de espíritu (1:14; 2:11) El tercer aguijón trata de la vanidad de la vida. En los versículos 14-21 del segundo capítulo, el orador lo describe muy nítidamente: “El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro. Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio, me sucederá también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad. Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio.” “Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu. Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí. Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se enseñoreará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad.” “Volvió, por tanto, a desesperanzarse mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría. ¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También es esto vanidad y mal grande.” Esta reflexión del Predicador en Eclesiastés ilustra muy claramente la reacción más fácil y lógica ante los tres aguijones de la vida. Es fácil reaccionar ante nuestras limitaciones cayendo en la angustia y el desánimo. Pero los versículos que le siguen a esta lamentación nos ofrecen una segunda reacción, menos natural, pero mucho más conveniente y provechosa para nuestra vida. “No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios” (2:24) En Eclesiastés 3:12-13 lo reitera: “Yo he conocido que no hay para el hombre cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor. Esta vida es un regalo de Dios. Dios nos ha puesto límites, pero estos límites no están para frustrar nuestra existencia, sino más bien para que disfrutemos la vida en Su compañía, sabiendo que Él puede suplir lo que a nosotros nos falta. Y si entendemos esto, podremos alegrarnos de lo que tenemos y disfrutar este universo material de forma sana. Descubre en la próxima reflexión los clavos que Dios ha establecido para que podamos mantenernos firmes y disfrutar del regalo de la vida.

11 jul 2025 - 10 min
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Eclesiastés-129 El mensaje de Eclesiastés

El libro de Eclesiastés pertenece a los libros de sabiduriá. También denominado Libro del Predicador, nos comparte el discurso del que invita al pueblo a escuchar la enseñanza sobre cómo vivir en este mundo. Este libro inspirado por Dios se le atribuye a Salomón, el autor de la mayoría de los proverbios. El rey Salomón, hijo del rey David, pidió a Dios sabiduría para guiar al pueblo, y Dios se la concedió, de modo que Salomón fue famoso por su sabiduría, que hasta hoy día sigue conociéndose mundialmente. Si el libro de Proverbios nos presenta la sabiduría y nos anima a buscarla y seguirla para vivir una vida provechosa, Eclesiastés nos presenta la vanidad de la vida y lo importante que es vivirla desde el punto de vista de Dios. Proverbios parece dar a entender que el justo vivirá una vida provechosa mientras el necio no será prosperado y todo le irá mal. Proverbios presenta el principio de la cosecha y exhorta a vivir justamente. Eclesiastés, por otro lado, presenta el dilema que muchos ya hemos observado, y es que uno puede hacer las cosas bien, siguiendo la ética que Dios presenta en Proverbios, y esto no garantiza que la vida será mejor que la de uno que vive desordenadamente. En este libro veremos que la vida bajo el sol es a menudo injusta, que los mismos sucesos ocurren al justo y al injusto, y que vivir moralmente no garantiza una vida perfecta. Eclesiastés presenta la vanidad de nuestra vida aquí en la Tierra. “Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece”, nos dice Eclesiastés desde el capítulo 1 (1:4). Somos insignificantes en este universo material. Nuestra existencia es meramente un punto en la linea del tiempo en este inmenso universo. Desde el comienzo del libro se nos presenta esta cruda realidad. Tras una primera lectura del libro, tenemos la tentación de concluir que la vida no tiene sentido y nosotros no tenemos esperanza. Mas el libro de Eclesiastés no aparece en nuestras Biblias para causar depresión. Todo lo contrario. Si llegamos a entender la realidad de nuestra existencia, podremos ajustar nuestra vida a los principios que Dios nos ha propuesto, porque Dios quiere que vivamos esta corta vida aquí en la tierra con propósito. Si no lo planeamos y lo hacemos conscientemente, como dice el escritor de Eclesiastés, nuestra vida pasará antes de darnos cuenta. Pero si entendemos, como Dios claramente lo ha explicado en su Palabra, que Dios ha puesto eternidad en nuestros corazones, y que hay más después de esta corta vida terrenal, nos prepararemos sabiamente para poder disfrutar esta vida y la eternidad con Cristo. Reflexionemos sobre lo que Dios dice sobre nuestra eternidad. La Palabra de Dios presenta dos destinos para cada alma, la parte inmaterial que permanece cuando el cuerpo físico muere. Juan 6:47: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.” Mas Apocalipsis 21:8 advierte: “Pero los cobardes, incrédulos, abominables, asesinos, inmorales, hechiceros, idólatras y todos los mentirosos tendrán su herencia en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” Estos versículos presentan una vida y una muerte distintas a la vida y la muerte física que nosotros conocemos. Esa lista en Apocalipsis nos puede incluir a todos, porque todos pecamos, como leemos en el capítulo 7 del libro. ¿Qué es entonces esa vida y esa muerte segunda? Es evidente que todos nacemos y todos hemos de morir. Mas Dios presenta en Su Palabra dos nacimientos y dos muertes. ¿Cómo funciona eso? Todos nacimos de nuestras madres. Este es el primer nacimiento. Todos llegaremos al fin de nuestra existencia aquí en la tierra y cesaremos de vivir. Esta es la muerte primera. Mas Cristo presenta un segundo nacimiento, el que uno puede experimentar al poner su confianza en la obra redentora de Cristo en la cruz. Presenta también una segunda muerte. Este es el destino del mal y de todo aquel que rechazando a Dios y la obra de Cristo en la cruz, elige seguir el rumbo marcado por el Maligno, que como vimos, se rebeló contra Dios antes de la caída en Edén. Dios ha establecido que todo aquel que nace una segunda vez no tenga que morir una segunda muerte. Por lo que, cada uno que ha nacido de nuevo, a la hora de la muerte física, pasará a gozar vida eterna en Cristo. En Juan 3, Jesús, hablando con un principal de los fariseos afirma: “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” ¿Cómo puede un hombre nacer de nuevo, preguntó Nicodemo? A lo que Jesús respondió: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” Cuando yo reconozco que Cristo, sin merecer la muerte murió para pagar el perdón de mis pecados, y acepto su sustitución, reconociendo que yo merecía la muerte y no Él, entonces comienzo una nueva vida, una vida espiritual, que depende de Cristo. ¿Entiendes lo que esto puede significar para ti también? Hebreos 1:27 nos explica lo que ocurrirá después de morir: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.” Eclesiastés 12:14 dice que “Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.” La Biblia nos enseña que hay un juicio, y el veredicto para cada ser humano es culpable. A diferencia de la típica imagen de la balanza en la que nuestras buenas obras deberían sopesar nuestras malas obras para acceder al cielo, el requisito de acceso basado en obras está puesto en la perfección de Cristo, por lo que nadie aparte de Él podría jamás acceder por sus buenas obras. Mas gracias a la obra redentora de Cristo en la cruz, el destino eterno de cada persona en la historia de la humanidad está determinado por lo que cada individuo decida hacer con la persona de Jesucristo. Juan 3:36 afirma: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” Por eso es tan importante que reconozcas a Dios en tu vida. Sin este reconocimiento de Dios como Soberano, sin el reconocimiento de Cristo como Dios hecho carne, esta vida terrenal no tiene sentido. El libro de Eclesiastés nos va a presentar la realidad del mundo en que vivimos, a la vez que nos va a invitar a replantear nuestra vida aquí en la Tierra, y a que aseguremos nuestra vida eterna. Te invito a leerlo y reflexionar en las verdades que presenta.

10 jul 2025 - 8 min
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Proverbios-128 La sabiduría divina

En este proyecto A través de la Biblia he propuesto que el Señor Jesucristo está presente en la Palabra de Dios, de principio a fin. Este libro de Proverbios es, como lo hemos presentado anteriormente, un manual de sabiduría que trata temas cotidianos que cada uno enfrentamos en el día a día. ¿Dónde encontramos la persona del Señor Jesucristo en este libro? Me atrevo a contestar que en todo el libro. Recordamos que la Biblia es la Palabra de Dios, y el carácter de Jesucristo se ve reflejado a través de las Escrituras. Los principios sabios de Proverbios y el rechazo de la necedad reflejada en la enseñanza muestran el carácter justo y sabio de Cristo. El libro de Proverbios nos presenta a la sabiduría como una joven mujer. En el capítulo 8 nos presenta a la sabiduría paseando por la tierra, invitando a cada persona a seguirla para vivir la vida plena que Dios quiere para cada uno. Muchos quieren crear una conexión directa entre la sabiduría personificada en Proverbios y la persona de Jesucristo. Sin embargo, estos versículos no están describiendo a Cristo. Proverbios 8:22-30 “Jehová me poseía en el principio, Ya de antiguo, antes de sus obras. Eternamente tuve el principado, desde el principio, Antes de la tierra. Antes de los abismos fui engendrada; Antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas. Antes que los montes fuesen formados, Antes de los collados, ya había sido yo engendrada; No había aún hecho la tierra, ni los campos, Ni el principio del polvo del mundo. Cuando formaba los cielos, allí estaba yo; Cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo; Cuando afirmaba los cielos arriba, Cuando afirmaba las fuentes del abismo; Cuando ponía al mar su estatuto, Para que las aguas no traspasasen su mandamiento; Cuando establecía los fundamentos de la tierra, Con él estaba yo ordenándolo todo, Y era su delicia de día en día, Teniendo solaz delante de él en todo tiempo.” Los Testigos de Jehová usan esta personificación erróneamente para defender que Jesús es un ser creado por Dios, pero no es así; este texto está hablando claramente de la sabiduría, la cual el Dios Trino poseía desde el principio. La Biblia presenta muy claramente a través de las Escrituras a Cristo como Creador no creado, Eterno, Soberano, Todopoderoso Dios. Cualquier corriente que rechaza esta verdad está rebajando a Cristo y rechazando su persona. Cristo estaba en el principio, pero Él no tiene principio. Cristo es el Creador porque Cristo es Dios. Apocalipsis 1 habla de Cristo cuando dice: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.” La sabiduría no es una fuerza impersonal. En el libro poético de Proverbios se presenta como una doncella, pero en ningún otro lugar en la Biblia se presenta a Cristo como una mujer. Podemos ver la imagen como un recurso poético, sin llevarlo más lejos de lo que el autor pretendía. Recordemos que la sabiduría es un atributo de Dios mismo. Es por esto que Proverbios enfatiza que la sabiduría comienza con Dios. El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; (1:7; 9:10) Quiere decir que si no reconocemos a Dios como Señor del universo, es imposible que lleguemos muy lejos en esta búsqueda de la sabiduría. La Biblia habla de la sabiduría que viene de Dios y de la que no. Santiago 3:13-18 describe a la sabiduría de lo alto como “pura, pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.” En contraste dice que la sabiduría terrenal trae celos, contención, perturbación y toda obra perversa.” Si queremos sabiduría pura y honesta, la vamos a encontrar en Dios. Te invito a buscar a Dios, pues al encontrarle, hallarás la sabiduría. No hay una sin la otra. Como dice el versículo 8:35, el que la halla, halla la vida. Cristo dijo “Yo soy El camino, la Verdad, y la Vida, nadie viene al Padre sino por mí” Busca a Cristo, y síguele, porque al hallarle encontrarás la sabiduría característica de Dios.

09 jul 2025 - 6 min
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