Con el efectivo lema “pare de sufrir”, la Iglesia Universal se extendió desde Brasil al mundo entero, construyó un imperio mediático, hizo millonario a su fundador y se metió en el inconsciente colectivo. En Nombre de Dios busca entender qué tiene la iglesia que llama tanto la atención, cuál es la relación entre diezmo y prosperidad, y entre los exorcismos y la guerra espiritual. La pregunta es en qué creemos, porque, en definitiva, todos creemos en algo.
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En Argentina, como en todos lados, la historia de la Iglesia Universal tiene sus características particulares. Desde el país del Papa nos preguntamos si crece una derecha religiosa y cuánto tendremos que ver en que exista el riesgo.
Con la copia del Templo de Salomón que la Iglesia Universal construyó en San Pablo (Brasil), logró lo que le faltaba para ser verdaderamente mundial: un centro de peregrinación. Su avance geográfico avanza al mismo ritmo que su avance político, mientras el evangelismo le sigue quitando fieles al catolicismo en la región.
El fundador de la Iglesia Universal, Edir Macedo, entendió desde el principio que si quería conquistar el mundo tenía que hacer un imperio mediático. Y lo hizo. Pero también parece que sabe que la política es una herramienta útil para quienes quieren cambiar la realidad. Y entonces, armó un partido político en Brasil y ganó elecciones: ¿hasta dónde llegará?