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Elon Musk es un excéntrico. Como tal, el multimillonario emprendedor avanza a paso firme en una carrera que, por ahora, la disputa casi en soledad. Se trata de la competencia por lanzar cada vez más satélites al espacio. Starlink, su empresa dedicada al asunto lleva lanzados más de cinco mil artefactos con el fin de llevar internet a casi todos los rincones del mundo. Sin embargo, los objetivos de Elon Musk trascienden las fronteras tecnológicas. Sus desafíos empresarios también tienen relaciones cada vez más evidentes con distintas agencias del gobierno de los Estados Unidos. Y no es solamente la NASA, con quien comparte el fin de lanzar sucesivas misiones tripuladas al espacio. En esa relación con el gobierno norteamericano también hay fines militares. Un rumor que fue tomando forma hasta convertirse en un hecho público, revelado recientemente.

El apuro es mal consejero. Y la desesperación, peor todavía. Cuando la urgencia tiene rasgos políticos, las herramientas a manos para solucionar un problema lucen tentadoras… y peligrosas. En el caso del acceso a tecnologías de últimas generación, su uso precipita los tiempos de desafíos a paradigmas, hasta ahora, inquebrantables. La imagen, considerada a lo largo del siglo XX como una poderosa síntesis de sentido, entre otros, del sentido de la verdad, transita este siglo XXI con peligros cada vez mayores, que atentan contra su esencia de origen.

En estos agitados tiempos de Javier Milei como presidente, un pacto precedente a la Argentina viene mencionándose recurrentemente, especialmente en los pasillos de la política. El llamado “Pacto de San José de Flores” fue el intento exitoso, al menos hasta ahora, de unir en paz a las provincias que componían la entonces Confederación Argentina con la provincia de Buenos Aires.  El pacto se firmó el 11 de noviembre de 1859, luego de la victoria de la Confederación en la batalla de Cepeda. Mediante el pacto, Buenos Aires se comprometió a aceptar la Constitución de 1853 y sumarse al resto de las provincias confederadas.  Fue un pacto no sin sobresaltos políticos, incluso con nuevos conflictos armados como la batalla de Pavón de 1861. Aquella unión de todas las provincias argentinas existentes, confluencia definitiva hasta nuestros días, luce quebradiza e inestable a la luz de los analistas más escépticos de este siglo XXI en curso.  Es Milei el que propicia estos temores, acorralando a las provincias por el manejo de fondos públicos.  Y son los gobernadores los toman como propia la confrontación con el presidente, al punto de ir convirtiéndose cada vez más en fuertes interlocutores de la discusión política argentina a nivel nacional.  Las redes sociales son un fiel reflejo de este protagonismo en aumento de los mandatarios provinciales. Un espacio digital en donde, incluso, se están redefiniendo liderazgos mucho más allá de la provincia de Buenos Aires, el estado provincial más populoso y de escala económica más importante. Axel Kicillof no está sólo en esta lista de gobernador influyentes.  Y la hegemonía que supo tener en los últimos años pareciera comenzar a licuarse ante el crecimiento del protagonismo de otros mandatarios, tanto en la charla de redes sociales como en la influencia sobre los medios de comunicación.

El apellido “Milei” va ganando su lugar en el  mundo digital. La personalidad del presidente argentino es el atractivo político del momento en numerosos países. Las visitas recientes del mandatario argentino a Israel e Italia fueron apenas una muestra de este interés. Pero no sólo atrae la personalidad de Javier Milei. Es su discurso “anti casta”, en contra de lo que considera los privilegios de los que goza la dirigencia política de la Argentina y del mundo. El mandatario argentino no ahorra críticas al “estatismo” que, según él, campea a lo largo del mundo, comenzando por su propio país. Todo un glosario “anarcolibertario”, al decir del presidente asumido el 10 de diciembre pasado que genera interés, e incluso adeptos, en geografías muy distantes a la argentina. Un fenómeno político con claro impacto ideológico que,obviamente, tiene su lugar ganado en las redes sociales del mundo.

Los tres mosqueteros digitales de Javier Milei juegan un papel clave en el sostenimiento de su gestión.  A falta de construcción política consistente y efectiva, las redes lucen como el mejor refugio defensivo para el gobierno libertario. Los reproches lanzados por la llamada “oposición amiga” contra la intransigencia de Milei refuerzan la sospecha. Los libertarios apuestan a un fuerte y constante asedio digital contra sus rivales, desde los más lejanos a los cercanos. Todos la terminan ligando, por decirlo de alguna manera. Y como resultado, el gobierno consolida sus posturas radicalizadas. Un modo de hacer política con el presidente al frente de la estrategia en las redes sociales del “pegue y (si se puede) negocie”.