
Un Minuto Con Dios
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Acerca de Un Minuto Con Dios
Podcast by Dr. Rolando D. Aguirre
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Un guía de montaña explicó a su grupo que llevar un mapa es esencial, pero inútil si no sabes dónde estás parado. Por eso, además del mapa, cargaba una brújula. El mapa mostraba el terreno, pero la brújula indicaba la dirección. Solo con ambos podía trazar una ruta segura. La vida cristiana se parece a esa caminata. La Palabra de Dios es el “mapa” que revela la voluntad del Señor; el Espíritu Santo actúa como “brújula” que orienta nuestro corazón en decisiones concretas. Entonces, cuando intentamos avanzar solo con intuiciones, nos perdemos; cuando miramos el mapa sin obediencia, nos estancamos. Por lo tanto, abrir la Biblia cada día y someter la agenda al Señor Jesús no es ritual, es supervivencia espiritual. Por eso, antes de precipitarte, detente. Ora, consulta la Escritura, pide consejo sabio y toma el siguiente paso que sí conoces. Dios suele guiar paso a paso y no con reflectores de autopista. Así que, la obediencia de hoy prepara la claridad de mañana y aunque no veas todo el trayecto, la fidelidad del Guía es suficiente para avanzar con paz. La Biblia dice en Proverbios 3:5–6: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”.

Después de una tormenta, un árbol del vecindario quedó torcido, con ramas rotas y hojas dispersas por el suelo. Muchos pensaron que habría que cortarlo. Sin embargo, pasaron las semanas y, contra todo pronóstico, comenzaron a brotar hojas nuevas. El tronco, aunque herido, seguía vivo. Nadie aplaudió su proceso; simplemente, en silencio, volvió a crecer. Así es el corazón que confía en Dios. La tempestad puede golpearnos. Por ejemplo, pérdidas, diagnósticos, puertas cerradas, pero la raíz que se aferra a la Palabra y a la presencia del Señor Jesús descubre que la vida de Dios late incluso en las grietas. Por lo tanto, la pregunta no es cuán fuerte fue el viento, sino cuán profunda es tu raíz. Dios no siempre evita la tormenta, pero promete sostenerte en medio de ella. Permite que Su “poda” forme carácter, que Su paciencia te enseñe a esperar y que Su gracia te levante. De modo que, no declares muerto lo que Dios solo está preparando para florecer diferente. La resiliencia del árbol no estuvo en su apariencia, sino en su raíz. Así también tú vuelve a la oración, a la comunidad y a la obediencia sencilla de hoy. La Biblia dice en Jeremías 17:7–8: “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas… y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto”.

En algunas casas, cuando alguien ya no está, queda una silla vacía que parece hablar más que cualquier discurso. Un padre que partió, un hijo que se mudó, una abuela que ya no puede venir. Esa silla, silenciosa, recuerda las risas, los consejos y hasta los desacuerdos. Al principio, mirar hacia ese lugar duele. Pero, con el tiempo, aprendemos que el amor no termina cuando cambia la presencia física. El Señor usa incluso las ausencias para enseñarnos a amar más, a perdonar mejor y a valorar cada instante con los que aún están. Es así como la fe nos entrena para mirar la silla vacía de otra manera. No como un eco de pérdida, sino como un altar de memoria y esperanza. Allí oramos, damos gracias por lo vivido y nos rendimos a la voluntad de Dios, que promete cercanía en la aflicción. De modo que, cuando la nostalgia apriete, convierte ese espacio en lugar de encuentro con el Señor. Habla con Él, recuerda con gratitud y permite que Su consuelo te fortalezca para servir a otros que también extrañan. Por lo tanto, la silla vacía no es el final de la historia; es la ocasión para experimentar que Dios llena lo que parece imposible de llenar. La Biblia dice en Salmos 34:18: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu”.

Cuando la pandemia del 2020 paralizó al mundo, muchas iglesias cerraron sus puertas para reuniones, pero algunas las abrieron para otra misión: repartir comida a los hambrientos. No tenían abundancia, pero compartieron lo poco que había y alcanzó para miles de familias. Un voluntario lo expresó así: “No podíamos resolver todos los problemas, pero sí podíamos ser las manos de Dios para alguien”. Ese gesto encendió esperanza en los que recibían y en los que daban. Servir en tiempos difíciles es contracultural. El mundo nos enseña a guardar para nosotros; el Evangelio nos llama a compartir aun en la escasez, porque servir no depende de lo que sobra, sino del amor que sobreabunda en Cristo. Hoy puedes ser la respuesta a la oración de alguien. A veces un plato de comida, una llamada o una palabra de ánimo es todo lo que Dios necesita para tocar un corazón. De modo que, no subestimes lo que significa ser las manos de Dios en medio del caos. La Biblia dice en Gálatas 6:9: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (RV1960).

Las cárceles no siempre tienen barrotes de hierro. A veces son de preocupaciones, deudas, soledad o enfermedad. Sin embargo, en medio de esas prisiones, en lo último que pensamos es en cantar. Pero el canto tiene poder porque conecta nuestro espíritu con el cielo. La Biblia narra que Pablo y Silas, encarcelados injustamente, decidieron orar y cantar a medianoche. Los demás presos los escuchaban. Ese canto no solo abrió puertas físicas, sino que encendió esperanza en los corazones. En el año 1967, Martin Luther King Jr. fue encarcelado tras una protesta pacífica. Según reportes, comenzó a entonar himnos en su celda y pronto otros se unieron. Lo que debía ser un lugar de desesperanza se convirtió en un coro de fe. De modo que, tus canciones también pueden romper cadenas. No porque cambien de inmediato tu situación, sino porque cambian lo que pasa dentro de ti. Cantar es declarar: “No estoy vencido, mi confianza sigue en Dios”. Entonces, ¿Te atreves hoy a cantar en medio de tu dolor? La Biblia dice en Hechos 16:25: “Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían” (RV1960).

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