A sangre y fuego

En el momento más álgido de su carrera, Pedro Infante tenía una rutina ciertamente estrafalaria que incluía, a veces, manejar él mismo un avión de la Segunda Guerra Mundial para ir a comer a Mérida partiendo de la Ciudad de México. Al volver de uno de esos viajes, el avión de Pedro Infante deja de funcionar en pleno vuelo y Pedro Infante, conforme lucha contra la máquina, repasa qué significa ser el ídolo de los mexicanos. Pedro sabe que es su último viaje, y aún así, hasta el último segundo, es una estrella.

En una esquina del Atlántico, un emperador sobrino de Napoleón Bonaparte con el ejército más poderoso del mundo, en la otra, el presidente Juárez que no ve cómo llegar a fin de mes. Francia decide invadir México pero no ve venir que los soldados mexicanos saben usar a su favor el machete, el monte y hasta el granizo. La sangre imperial y la del indio mexicano se van a mezclar con el lodo, la pólvora y la lluvia poblana de inicios del verano.

Miguel es un cura que traduce teatro francés, gusta de echarse una copilla y, a últimas fechas, organizar a un país a levantarse en armas contra un gobierno opresor y desganado. La historia quiso que quedara como el padre de la patria pero antes de ser el prócer, Hidalgo tenía amigos, cenaba con ellos y jugaba a las cartas. Un buen día, Miguel juega su última mano y comienza una revolución.

México busca consolidarse como una democracia, pero el siglo XIX no acaricia; luego de una invasión, el ejército francés le clava a México un emperador donde más le duele: en la incipiente democracia. El disparate terminará en un episodio de balas a quemarropa y nobles cegados de sangre y opulencia imperial.

El único presidente de México que tuvo sueños, que habló con espíritus y que en sus ratos libres traducía literatura mística de la India; el único presidente de México que le pedía consejos igual al más allá que a Pancho Villa. El único presidente de México que no entendió que lo único que corta las carreras políticas, y la vida, en este país, es la traición. Madero muere, se termina el sueño.