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En el año 1972, durante los Juegos Paraolímpicos de Heidelberg, Alemania, una joven atleta llamada Neroli Fairhall compitió en tiro con arco desde su silla de ruedas. A pesar de quedar parapléjica por un accidente, no abandonó su sueño. Años más tarde, se convirtió en la primera atleta paralímpica en competir en unos Juegos Olímpicos convencionales. “Mi cuerpo cambió, pero mi espíritu se fortaleció”, dijo. Su historia inspiró a millones. En la vida, no siempre podemos controlar lo que perdemos, pero sí cómo respondemos. El Señor Jesús fue herido, traicionado y crucificado, pero no se rindió. Su cruz, símbolo de dolor, se convirtió en símbolo de redención. De igual forma, tus cicatrices pueden ser testimonio, no vergüenza. Lo que parecía tu límite, puede ser el inicio de tu llamado. Dios no descarta lo roto; él lo transforma. Por lo tanto, si hoy te sientes limitado, recuerda que tu historia no termina en el quebranto. En Cristo, comienza allí. La Biblia dice en 2 Corintios 12:9: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad...” (RV1960).

En el año 2011, tras el terremoto y tsunami en Japón, casi todo el bosque costero de Rikuzentakata fue arrasado. Más de 70,000 árboles desaparecieron... menos uno. Un pino solitario quedó en pie. Los sobrevivientes comenzaron a llamarlo “el Árbol Milagroso”. Aunque su raíz fue dañada, su imagen se convirtió en símbolo de esperanza para una nación en duelo. Por años, miles viajaron solo para verlo y recordar: “aún queda algo de pie”. Ese pino nos recuerda que, aunque la vida sacude con fuerza, el alma anclada en Dios no cae. El Señor Jesús dijo que el sabio edifica sobre la roca y aunque vengan vientos, no será derribado. Quizá perdiste mucho. Por ejemplo, relaciones, oportunidades, salud, etc. No obstante, si tu fe permanece, aún tienes todo para comenzar de nuevo, no por tus fuerzas, sino por la gracia que te sostiene. Por eso, si quedaste de pie, no es suerte, es propósito. Agradece, confía y vuelve a florecer. La Biblia dice en 2 Corintios 4:8–9: “Estamos atribulados... mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados... derribados, pero no destruidos” (RV1960).

En el año 2020, en una zona rural de Colombia, un profesor llamado Luis Soriano se hizo viral por llevar libros a niños en áreas remotas usando un burro llamado “Alfa”. En medio de la pandemia, cuando las escuelas cerraron y muchos perdieron acceso a la educación, él no se detuvo. Cruzó montañas y caminos peligrosos para leerles cuentos, enseñarles matemáticas y animarlos a soñar. Su proyecto, “Biblioburro”, inspiró a millones y fue reconocido por la UNESCO. Este hombre entendió algo fundamental: cuando uno tiene una misión, no espera las condiciones ideales, simplemente responde. El Señor Jesús predicó bajo el sol, en tormentas, en barcos y en casas ajenas. Nada lo detuvo, porque cuando hay compasión, siempre hay camino. Tú también tienes algo que compartir: tu fe, tus talentos y tu testimonio. No necesitas plataformas grandes, ni recursos ilimitados. Solo un corazón dispuesto. Así que no esperes el momento perfecto. Sirve hoy, donde estés. Dios usará lo poco para hacer mucho. La Biblia dice en Marcos 9:41: “Y cualquiera que os dé un vaso de agua en mi nombre... no perderá su recompensa” (RV1960).

En el año 2012, en Filipinas, un joven llamado Ryan Mendoza fue noticia tras ganar una beca completa en una universidad de Manila. Al recibir su diploma, corrió al hospital donde su madre agonizaba por una enfermedad terminal. Con toga y birrete, le entregó el título y le dijo: “Tú hiciste esto posible”. Su madre murió minutos después sonriendo ante tal gesto. La imagen fue compartida miles de veces. Un periodista escribió: “Él no se olvidó de quién lo crio”. En una sociedad que promueve el olvido y la independencia sin gratitud, actos como este conmueven y confrontan, porque el verdadero amor honra. El Señor Jesús, incluso desde la cruz, pensó en Su madre. La encomendó a Juan, asegurando que no quedara sola. Aun en Su dolor, cuidó de ella. De igual manera, Dios nos llama a honrar, agradecer, y recordar con amor a quienes han marcado nuestra vida. Por lo tanto, ser agradecidos es también una forma de adorar. Por eso, no esperes a los funerales para honrar. Hazlo hoy con palabras, gestos y decisiones que muestren tu gratitud. La Biblia dice en Éxodo 20:12: “Honra a tu padre y a tu madre... para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová Dios te da...” (RV1960).

En el año 2011, un devastador tornado azotó la ciudad de Birmingham, Alabama. Entre los escombros, rescatistas hallaron a una madre gravemente herida que había usado su cuerpo como escudo para proteger a sus tres hijos, a quienes abrazó hasta que el viento cesó y sobrevivieron. Cuando despertó en el hospital, lo primero que preguntó fue: “¿Mis hijos están bien?”. Uno de ellos testificó: “Ella fue nuestro refugio cuando todo se desmoronaba”. Ese es el amor que refleja, en pequeña escala, el amor de Dios por nosotros. Él no siempre evita la tormenta, pero sí nos cubre en medio de ella. El Señor Jesús no prometió una vida sin pruebas, pero aseguró que nunca nos dejaría. David lo entendió cuando escribió: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”. Esa presencia cambia todo. Por lo tanto, si estás atravesando un momento de crisis, no olvides que debajo de las alas de Dios hay refugio, paz y protección. Él te cubre, incluso cuando no lo ves. La Biblia dice en Salmos 91:4: “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro...” (RV1960).
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