Recuerdos de esta existencia
Podkast av JorgeCarcavallo
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3 EpisoderCrecí en la esquina de la calle Capdevila y la avenida Republiquetas (actualmente Crisólogo Larralde), frente al entonces Vivero Municipal de Buenos Aires, donde se cultivaban todas las flores y plantas para la ciudad, y donde hoy está la Embajada de China en Argentina. Es el final de Villa Urquiza, La Siberia, como era llamada porque sabías que entrabas pero no si salías. Digamos que era un lugar bravo, pero eso se los cuento en otro recuerdo. Un día le regalaron a mi hermano Daniel, que era 4 años mayor que yo, una pelota de fútbol profesional número 5 de cuero!!. Era como tener hoy uno de los mejores celulares. Fue una gran emoción para todos los chicos de la cuadra. Inmediatamente cruzaron la avenida y se fueron a jugar bajo los eucaliptos que están hasta hoy. Pocos minutos después la pelota salió del campito hacia la avenida y tras ella desesperado fue mi hermano para que no la reventaran los autos y camiones que pasaban. Una camioneta lo atropelló y lo hizo cruzar la avenida por el aire. La conmoción del barrio y la familia fue inmensa. Pasó meses en el Hospital Pirovano entre la vida y la muerte. Mi mamá se quedó día y noche sentada en una silla al lado de su cama. Su mejor amiga, Estrella, una gallega maravillosa, al verla tan desesperada le comentó que “su Dios” hacía milagros y que si quería la llevaría a rezar a la Parroquia Dulcísimo Nombre de Jesús que quedaba a cuatro cuadras de nuestra casa. Catalina, una israelita de unos treinta y cinco años, le hizo a Jesús la siguiente promesa: “Si me llevo a mi hijo con vida me hago cristiana”. Pocos días después el médico le dijo que llevara a Daniel a casa para terminar el tratamiento. Catalina se bautizó y Daniel fue el padrino de casamiento, porque como eran de religiones “diferentes” solo se habían podido casar por civil. Pasó a frecuentar con su amiga todas las misas del domingo a las once horas. Con Daniel y sus amigos salíamos de la misa despacito y nos íbamos a jugar a la pelota al lado de la Iglesia. Ella frecuentaba los 7 de cada mes la Iglesia de San Cayetano para pedir por pan y trabajo. En los momentos críticos íbamos a pedir o agradecer a la Basílica de la Virgen de Luján, Patrona de Argentina. El Negro Rodolfo, como llamaban a mi papá, pasó a frecuentar la Sinagoga de la calle Camargo en Villa Crespo, donde nació y se crio mi mamá, para pedir y agradecer “al Dios” de su esposa. Una de las tantas curiosidades que generaron los diversos “monoteísmos”, como si fuese posible haber “varios Dioses Únicos” ¿Y a vos, cómo te transformaron: la Vida, la Espiritualidad y la Religión?
Jesús, un judio amado por los cristianos Siempre me llamó la atención que a algunos “cristianos” no les gusten “los judíos”, siendo que Jesús, María, José, los Apóstoles y la mayoría de los primeros discípulos y mártires eran judios o israelitas de alguna de las tribus de Jacob, más conocido como Israel, nombre que pasó a usar después de hacer un grandísimo esfuerzo para reconciliarse con su hermano mellizo Esaú, a quien había maltratado muchísimo en la juventud. Tal vez por la generalización e imprecisión en la forma de hablar y escribir: “los” judíos hicieron… en lugar de “algunos” judíos hicieron… Me recuerda a un francés que conocí en Río de Janeiro en 1980 que me dijo “ustedes los argentinos son…” como si todos apoyáramos lo que hacía la junta militar de ese momento. O peor “las mujeres son todas…” Afortunadamente vine a esta existencia de una madre israelita, no sé si era descendiente de la tribu de Judá de donde viene la palabra “Judío”. Y de un católico poco practicante, pero muy amoroso y alegre. El diálogo interreligioso era algo cotidiano en nuestra familia. Festejábamos juntos todas las fiestas de ambas religiones, menos los ayunos, por supuesto. David mi abuelo materno, le explicaba el Antiguo Testamento a Lidia mi abuela paterna, y ella le explicaba el Nuevo Testamento. Se explicaban la evolución del “Ojo por ojo, y diente por diente” hasta el “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo.” la regla que enseñó Moisés en Levítico 19:18, hasta el “El amor hacia los enemigos” que propuso Jesús en el Evangelio de Lucas : “Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed pues vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” Esta enseñanza no ayudó a que algunos miembros de mi familia se peleasen hasta dividir las familia y nunca más volver a verse. Pero me salvó la vida cuando mi socios decidieron quedarse con los 18 millones de dólares que unos inversores de Nueva York nos habían dado para un proyecto de Inteligencia Artificial y Realidad Virtual de Humanoides que yo había creado con mi equipo en San Pablo Brasil. Inclusive me dejaron con 100 mil dólares de deudas. Pensé en matarlos. Perdí todo lo que había construido durante décadas, familia, amigos y clientes. Pasé días sin comida. Caminaba entre 4 y 6 horas por día buscando trabajo, por no tener dinero para el ómnibus. Dormí en plazas, puertas de iglesias o debajo de puentes. Pero una mañana después de meditar las cosas cambiaron, cuando “casualmente” me reencontré con alguien que había amado muchísimo, pero por fuerzas mayores había lastimado. Pero ese es un recuerdo para otro momento. ¿En qué te ayudaron las Tradiciones de Sabiduría de la Humanidad?
Hoy, a los 65 años de edad, mientras escribo estos recuerdos supe que hasta aquí y ahora estoy en esta existencia hace dos mil cincuenta y cuatro millones ciento sesenta mil seiscientos treinta y cinco (2.054.160.635) segundos, sin contar los veintitrés millones seiscientos sesenta y siete mil seiscientos noventa y cuatro (23.667.694) segundos dentro de mi madre. Todavía no entendí claramente porque y para que vine, pero persisto en tratar de comprender.
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