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español
Historia
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Acerca de Las hijas de Felipe
Todo lo que te esté pasando a ti ya le pasó a alguien los siglos XVI y XVII. Bienvenidas al rinconcito terapéutico del ahistoricismo deliberado: monjas, vidas menudas, disecciones barrocas, entusiasmo carmelita, estrellatos transepocales, pecados nefandos y mucho más. El podcast que te hará tatuarte el dogma de la Inmaculada Concepción.
Spanish Style
Atosigadas por los picores de una reinvención contemporánea de la golilla y con nuestros piececillos sufriendo más que si arrastráramos unos pesados chapines, nos aventuramos, desde la Hispanic Society de Nueva York, a experimentar la incomodidad y, con algo de suerte, transmitir algo de la gestualidad mayestática de la moda española barroca. Inspiradas por la maravillosa exposición “Spanish Style: Fashion Illuminated (1550–1700)” y acompañadas por su excepcional comisaria, Amanda Wunder, nos adentramos en un acelerado vaivén transhistórico que va de las controvertidas mordazas de Margiela en la última semana de la moda de París a los hipnóticos retratos de las cartas ejecutorias de hidalguía; de la repulsión que le producían al jurisconsulto Alonso Carranza los guardainfantes de finales del siglo XVII a la peculiarísima nómina de invitados del desfile de Carolina Herrera en la Plaza Mayor de Madrid; de los costes ecológicos y humanos que suponía la obtención del color negro ala de cuervo insignia indiscutible de los Habsburgo al color crema inseparable de la dinastía Kardashian. Si quieres saber qué atrocidad sartorial del siglo XVII puede hacernos pensar en Arturo Pérez Reverte, Javier Marías y las Real Housewives de Salt Lake City, todo a la vez, dale corriendo a play. Agradecimiento especial a la Hispanic Society por la acogida y a Tierra Extraña por la ayuda con la producción.
Nepocarmelitas: la duquesa de Béjar
En 1619, una de las señoras más relevantes del panorama aristocrático español decidió abandonar la incomodísima opulencia de la gorguera para abrazar la sobriedad estética del recatamiento nuncore. Juana Hurtado de Mendoza y Enríquez le dijo adiós a la suavidad del terciopelo, a la viveza de los arreboles y al frescor de los búcaros para abrazar con entusiasmo el jergón, la toca y el cilicio: un felicísimo camino que la llevó del pussy palace que compartía con el casquivano de su marido y el criptobro de su hijo al jolgorio comunal femenino de las carmelitas descalzas de San José de Sevilla. Acompañadnos, amigas, en este recorrido por maternidades disidentes, pleitos por herencias millonarias, toneladas de papeles manuscritos, penitencias extremas, carmelitas aristócratas, encargos literarios interconventuales, cuerpos incorruptos, y sobre todo, ahora que nadie puede parar de hablar de ellas, muchísimas muchísimas muchísimas monjas.
Tropicoquetas post mortem
Con el destello de las flores de madera doradas que adornan la bóveda de la iglesia del Museo Santa Clara de Bogotá llameándonos en las mejillas y el corazón, y con el felicísimo auspicio de la decimotercera edición del Festival Gabo, en este episodio neogranadino nos dejamos poseer por el espíritu de las monjas de este antiguo Real Convento santafereño para rastrear una genealogía clarisa tropicoqueta que desemboca irremediablemente en Karol G. Ritos mortuorios conventuales, retratos postmortem, coronas, repintes, desenterramientos de dudosísimo gusto, toqueteos cadavéricos y los cien mil rostros de Sor Gertrudis de Santa Inés, el Lirio de Bogotá. Si no puedes vivir ni un segundo más sin conocer cada detalle sobre el glow up barroco definitivo y si estás convencida de que ha llegado para ti el día de imaginarte a un grupo de expedicionistas dominicas de ultratumba contoneándose al ritmo de “los quiero ver con las manos pa’rriba, bailando, sin pena sin pereza, que el meneíto apenas empieza”, dale corriendo a play.
Hiperglucemia barroca
En el año 1700, en un tratadito titulado Talentos logrados, en el buen uso de los cinco sentidos, el jesuita Diego Calleja no podía sino escandalizarse ante la mera existencia del azúcar. No se contentó el apetito de la barata dulzura en la miel, pareciéndole que era cosa muy fácil —chillaba el jesuita—, y trazó los Ingenios de azúcar, donde el precio de los materiales, la muchedumbre de los artificios y solicitud de cuidados es indecible. Abandonando por un día, y sin que sirva de precedente, el comedimiento de nuestro sobrio cuadradito de chocolate, hoy nos adentramos, arropadas por Diego Callejo y un ejército de moralistas y coadjutores jesuitas, en nuestro episodio más hiperglucémico hasta la fecha: encarnizados pleitos sobre bizcochos de soletilla en Barcelona, trampantojos esculpidos en alcorza en el Reino de Chile, relatos de explotación azucarera en Barbados. Del fervor repostero de las clarisas chilenas a Rosalía y el pastelero Cédric Grolet pasando por los pleitos gremiales más golosos del siglo XVII, os demostramos que el azúcar es y siempre será una irresistible ilusión multisensorial, el disfraz goloso de complejísimos flujos de producción, explotación, manufactura y consumo. Si queréis saber cuántas onzas de harina hacían falta en el siglo XVII para hornear unos bizcochos de sepulcro, dadle corriendo a play.
“Y si muriere en el camino”: Concilio de Trento
Más abrigadas que nunca por la seriedad abanderada del amparo institucional, y pasmosamente legitimadas por las altas jerarquías de nuestro tiempo, nosotras tan habituadas a sugerir cruisings calenturientos entre Felipe II y su jerónimo favorito, tan dispuestas a hurgar todo lo que haga falta hasta encontrar el lado más blandurrio y anti-canónico de Lope de Vega, nos vemos hoy sentadas en el auditorio del Ministerio de Cultura con ocasión de la inminente celebración de Mondiacult, la cumbre internacional de ministros de cultura que el ministerio organiza en colaboración con la UNESCO y que se celebrará en Barcelona entre el 29 de septiembre y el 1 de octubre. Rodeadas de tantísima oficialidad ministerial, para sumergirnos en lo que supone juntar a 194 dirigentes de 194 nacionalidades para intentar ponerlos de acuerdo sobre algunos de los temas más cruciales de la cultura contemporánea solo había un acontecimiento de nuestros siglos más favoritos al que volver la mirada. Bienvenidas, amigas, al episodio que nunca supisteis que necesitábais, pero sin el que ya no podréis vivir. Bienvenidas, amigas, AL CONCILIO DE TRENTO. Dieciocho años de contiendas burocráticas, de subalquileres arzobispales, de small talk en latín, de enfrentamientos demasiado testosterónicos, de teólogos con labios carnositos y de sutiles cruisings ecuménicos. Si no puedes aguantar ni un segundo más sin saber cuál fue el insulto tridentino por excelencia o cuántas horas tardaba en llegar un decreto desde Trento hasta Roma, dale corriendo a play.
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