
EL DIOS QUE YO CONOZCO
Podcast von Daniel Alejandro Flores
"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado." (Juan 17: 3).
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En un mundo donde el sufrimiento suele considerarse una señal de fracaso o de abandono divino, el evangelio nos presenta una perspectiva radicalmente distinta: el sufrimiento por Cristo no es castigo ni pérdida, sino honra y comunión. A lo largo de la historia, hombres y mujeres han sellado su fe con su sangre, siendo testigos valientes del amor, la verdad y la esperanza que sólo el evangelio puede ofrecer. Este mensaje nos invita a mirar de nuevo ese "fuego de prueba" que Pedro menciona, no como una extrañeza, sino como una oportunidad para compartir los padecimientos de Cristo y anticipar la gloria venidera. Ser fiel hasta la muerte no es una consigna vacía ni una simple muestra de heroísmo humano. Es el fruto de una comunión profunda con Cristo, de una vida rendida a su voluntad, incluso cuando esa voluntad conduce al sufrimiento. La historia de los mártires —desde Juan el Bautista hasta los creyentes perseguidos de hoy— nos recuerda que la fidelidad en la prueba no solo glorifica a Dios, sino que también silencia para siempre las acusaciones del enemigo. Al final, los que permanecen firmes no solo sobreviven: triunfan. Ser mártir, en su sentido más profundo, es ser un testigo, y todo testigo fiel será también coronado como vencedor. "Querido Padre Celestial, 🙏 te damos gracias por el ejemplo de aquellos que han sido fieles hasta la muerte. Gracias por su testimonio, por su valor y por la luz que dejaron encendida para nosotros. Ayúdanos a entender el honor de participar de los padecimientos de Cristo. Danos la fuerza, la fe y la fidelidad que sólo tu Espíritu puede dar, para que, en los días de prueba, no retrocedamos, sino que permanezcamos firmes en tu verdad. Haznos testigos fieles, en vida o en muerte, para la gloria de tu Santo nombre. Por Cristo Jesús, nuestro Salvador y Señor. Amén.” La gracia de Dios sea contigo.

Todos, en algún momento, hemos sentido el peso invisible pero real de la culpa. Es una carga que oprime el alma, que quita el gozo, la paz y hasta las fuerzas físicas. * ¿Estás cargando con culpa que Dios ya está dispuesto a perdonar? * ¿Estás viviendo en silencio, ocultando el pecado? * ¿Has probado la dicha del perdón pleno en Cristo? El Salmo 32 no es un lamento… es una himno de libertad. El Salmo 32, escrito por David, no solo reconoce esta realidad, sino que también revela el camino hacia la libertad. David, desde su quebranto, testifica que hay dicha, hay gozo, hay refugio para el pecador. El alivio de la culpa es real… porque el perdón de Dios es real. "Padre celestial, Gracias porque no nos tratas conforme a nuestras faltas, sino conforme a tu gran misericordia. Gracias porque en Cristo encontramos perdón, restauración y paz. Ayúdanos a no encubrir más nuestro pecado, sino a venir con confianza a tu presencia, sabiendo que tú eres fiel para perdonar y limpiar. Que el gozo de tu salvación inunde nuestros corazones y vivamos cada nuevo día para la gloria de nuestro Salvador. En el nombre de Jesús, Amén." La gracia de Dios sea contigo.

Treinta y ocho años esperando. Un hombre junto a un estanque. Una pregunta que atraviesa los siglos: ¿Quieres ser sano? Este no es solo su relato... es también la historia de todos nosotros. Todos tenemos un "estanque". Una esperanza frustrada, un esfuerzo constante por alcanzar algo que parece siempre quedar fuera de nuestro alcance. Este mensaje es para los cansados, los decepcionados, los que ya no tienen fuerzas para intentarlo una vez más. No importa cuántas veces hayas fallado, cuánto tiempo hayas esperado o lo lejos que crees estar. Jesús aún extiende su mano. Y hoy también puede sanar. Jesús se ha acercado a ti. Escucha su voz… y "levántate". "Señor Jesús, me acerco hoy a Ti, no por mis fuerzas ni por mis méritos, sino por tu gracia. Ya he esperado lo suficiente junto a estanques vacíos. Tú conoces mis luchas, mis frustraciones, y el dolor que cargo desde hace tanto tiempo. Hoy, al igual que aquel hombre junto al estanque, te escucho hacerme la pregunta: ‘¿Quieres ser sano?’ Y mi respuesta es sí. Sálvame, límpiame, renuévame. Sana mi alma, transforma mi corazón. Levántame, Señor, y enséñame a caminar contigo. Amén." La gracia de Dios sea contigo.

La muerte de Esteban marcó el inicio de la primera gran persecución contra la iglesia en Jerusalén. Sin embargo, lo que parecía una derrota, dio un gran impulso a la obra del Evangelio. El ministerio de la palabra en ese lugar había tenido éxito, y existía el peligro de que los discípulos permanecieran allí demasiado tiempo, sin tener en cuenta la comisión del Salvador: "Me seréis testigos… hasta lo último de la tierra" (Hechos 1: 8). La iglesia, empujada por el sufrimiento, fue esparcida, pero no en silencio: dondequiera que iban, llevaban la Palabra con poder. A través de creyentes sencillos y perseguidos, el Evangelio comenzó a cruzar fronteras, a sanar corazones, y a llenar ciudades de gozo. “Me seréis testigos ...” Estas palabras no han perdido nada de su fuerza. Nuestro Salvador pide testigos fieles en estos tiempos de formalismo religioso. La historia de la iglesia es la historia de un pueblo que, aún en la dispersión, sigue testificando. Hoy, como entonces, el llamado permanece: "Id, y haced discípulos a todas las naciones" (S. Mateo 28: 19). “Padre celestial, gracias por edificar una iglesia que ni la persecución, ni el miedo, ni hombres o demonios pueden detener. Ayúdanos a ser fieles testigos donde nos lleves, con valor, compasión y convicción. Que el dolor no nos paralice, sino que nos impulse. Y que, como aquellos creyentes esparcidos, llevemos Tu Palabra con amor a los que aún no te conocen. Usa nuestras vidas para Tu gloria, en el nombre de Jesús. Amén.” La gracia de Dios sea contigo.

Hay momentos en la historia en los que el cielo se abre… pero la tierra cierra los oídos. Así ocurrió con Esteban, un hombre lleno del Espíritu Santo, lleno de gracia, poder y sabiduría. Su rostro brillaba como el de un ángel, pero sus oyentes no pudieron ver más allá de sus prejuicios y eligieron resistir al Espíritu y rechazar la verdad. El relato de Esteban nos presenta un contraste dramático: mientras el cielo se abre para aprobar al testigo fiel, hay corazones que se cierran con violencia a la voz de Dios. Esta historia es más que un martirio… es una advertencia y una inspiración. Nos deja una elección clara: ¿cerraremos nuestro corazón, o lo abriremos a la voz del Espíritu? Dios sigue hablando, sigue enviando mensajeros, sigue abriendo los cielos. Que no sea dicho de nosotros que resistimos al Espíritu Santo, sino que respondimos con fe, humildad y valentía. "Señor, abre nuestros oídos, ablanda nuestros corazones, y haznos sensibles a la voz de tu Espíritu. Líbranos de la dureza que mata, del orgullo que rechaza, y del miedo que nos hace callar. Queremos ser como Esteban: llenos de tu Espíritu, firmes en la verdad, y con los ojos puestos en los cielos abiertos. Si llega el momento de dar testimonio en medio de la oposición, danos tu gracia para mantenernos fieles, con un rostro que refleje tu gloria y una voz que proclame tu amor. En el nombre de Jesús. Amén." La gracia de de Dios sea contigo.
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