
Lecturas Políticas
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El autor plantea que el ser conservador conlleva una disposición, una actitud, frente a las circunstancias de la vida. No responde a una ideología o doctrina determinada ni a un credo religioso, sino a una prudencia racional donde no sólo impera la utilidad, sino el goce. Oakeshott plantea que eso se puede apreciar en la amistad o en prácticas comunes como la pesca, ejecutar un instrumento o el cocinar, que conlleva una ritualidad que hace de esas actividades algo especial y no simplemente algo instrumental. En términos políticos, ser conservador significa imprimir la necesaria moderación frente al auge de los demagogos y sembradores de discordia. «Entonces, ser conservador es preferir lo familiar a lo desconocido, preferir lo experimentado a lo no experimentado, el hecho al misterio, lo efectivo a lo posible, lo limitado a lo ilimitado, lo cercano a lo distante, lo suficiente a lo excesivo, lo conveniente a lo perfecto, la risa presente a la felicidad utópica». Michael Oakeshott.

Michael Oakeshott, pone en cuestión la noción de educación política, pues considera que ha adquirido un sentido siniestro, distorsionado por la creciente incomprensión de lo que implica la política al darse primacía a las ideologías. Para el autor, esta es una práctica social y una forma de comportamiento que se basa, sobre todo, en costumbres e instituciones. Así, establece un símil entre el lenguaje y la política, los cuales se aprenden y practican del mismo modo. «En la actividad política, por tanto, los hombres navegan un mar que no tiene ni límites ni fondo; no hay ni puerto para resguardarse ni suelo para anclar, ni punto de partida ni destino fijo. La tarea consiste en mantenerse a flote y en equilibrio; el mar es a la vez amigo y enemigo; y el arte de navegar consiste en utilizar los recursos de una forma de comportamiento tradicional para convertir en amiga toda situación hostil». Michael Oakeshott

Michael Oakeshott, en el segundo ensayo del libro titulado «La torre de babel», analiza los intentos y pretensiones humanas por conseguir la perfección, sus costes y recompensas, como también los efectos morales y sociales que pueden desencadenarse cuando tales pretensiones pasan de una ambición individual a una que implique a toda la sociedad. Una moralidad basada en ideales – enfatiza el autor – es una especie de «obsesión en potencia», una «idolatría en la que objetos concretos se reconocen como “dioses”». Así, Oakeshott realiza un juicio crítico agudo a la moralización de la política y sus alcances, incluyendo a los fenómenos revolucionarios modernos. «La búsqueda desmesurada de un ideal conduce, muy a menudo, a la exclusión de otros, quizá de todos los demás». Michael Oakeshott.

Michael Oakeshott, el conservador escéptico o un escéptico conservador. Desarrolla una crítica al racionalismo moderno que ha contaminado la política con un optimismo ciego en la razón humana que da paso a un carácter ingenieril en el sujeto moderno. Esto daría paso a la pretensión de perfección y unanimidad. Dos elementos que pueden terminar alimentando lógicas totalitarias. «Entre otras muchas cosas corruptas e insalubres, tenemos el espectáculo de un conjunto de políticos beatos racionalistas predicando una ideología del altruismo y del servicio social a una población en la que ellos y sus predecesores han hecho todo lo que han podido para destruir la única raíz viva del comportamiento moral». Michael Oakeshott

Raymond Aron establece un paralelo entre la fe propia de las religiones y la fe profesada desde las modernas ideologías como el fascismo o el comunismo. Plantea que el marxismo surge como religión secular cuyos cultores se presumen profetas de un nuevo mundo e ideal en base a una supuesta comprensión científica del devenir histórico, que en realidad no es más que un milenarismo similar al que diversas religiones profesan. Esa presunción los hace creer que el partido es depositario de la salvación al modo de un iglesia. La ideología piensa por el militante que renuncia a su propia razón y discernimiento. “El comunismo es una ideología que el culto del partido, la escolástica interpretativa, manipulada por el Estado revolucionario, y la educación-adiestramiento, impartida a los militantes, han transformado en un dogmatismo de palabras y acciones.”