
Podcast de La Gran Evasión
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La Gran Evasión, tu programa semanal sobre cine emitido desde Sevilla. Un puñado de tipos apasionados por el cine comentan y analizan viejas películas en animada tertulia.
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Dos personas en crisis conectadas en Tokyo comparten su confusión. Mas que esto no hay nada, dice la canción de Roxy Music que Bill Murray canturrea en el Karaoke mirando a Scarlett Johansson, no hay nada más que esa conexión de dos almas perdidas. Una joven en ropa interior contempla la gran urbe a través de la ventana, un actor de viaje en el país del sol naciente se pimpla los whiskies que él mismo anuncia en el bar del hotel: “Un momento de relax es un momento Suntory”. Profundidad de campo, iluminación intimista y el actor, mirando una lámpara, se enciende un habano y bebe en silencio. Bill Murray aporta sus gestos congelados, su cara de póker tan divertida, esas caras que le pone a la joven, natural y bella Scarlett Johansson. Salen de la habitación, entran, se encuentran en la piscina, y comparten su hastío, bucean en compartimentos afines mientras las señoras mayores practican aerobic. El vestuario, los lugares, la iluminación, los tonos neutros escogidos por Sofía Coppola subrayan el abandono y la estupefacción de la insólita pareja. Los tópicos y los lugares el Japón desde la mirada de un occidental. Con esta película hay que conectar, ocurre algo similar a la más reciente “Aftersun” -Charlotte Wells-, momentos de cierta alegría y otros de tristeza, de soledad ociosa en un hotel. Seguramente la joven licenciada en filosofía y harta de un marido fotógrafo y adicto al trabajo nunca más llame al actor en horas bajas, aún así nos quedamos pensando que le susurró al oído mientras sube la distorsión del “Just like Honey” de los Jesus and Mary Chain. Esta noche nos vamos de marcha por Tokyo con pistolas de juguete… Chari Medina. Salvador Limón, Raúl Gallego y Zacarías Cotán

Se inicia "Jennie" con una introducción de John Keats, los versos inmortales de una de sus odas nos aseguran que la belleza es la única verdad, la que nos alumbra, es todo lo que conocemos en esta vida, y lo único que necesitamos. Transita el film de William Dieterle y el productor O Selznick por mundos imaginarios, universos brumosos y visitantes fantasmales. Un film a sentir desde el corazón, con tonos surrealistas, una ensoñación profunda y etérea como los motivos de Debussy en la banda sonora compuesta por Dmitri Tiomkim. Jennie desenfoca el encuadre a lo largo del metraje, en su primera aparición detrás de un muñeco de nieve es una cría inquieta con ropajes de otra época. Jennie canta con aire fantasmal una canción…“De donde vengo, nadie lo sabe, a donde voy van todas las cosas, el viento sopla, el mar se mueve… nadie lo sabe». Antes de separarse, pronuncia un deseo: «Deseo que esperes a que crezca para que estemos siempre juntos». La soledad del artista solo se alivia con la presencia de su musa, de la sirena que atraviesa el umbral del tiempo y terminará siendo retratada para siempre. A Jennie solo la ve el pintor, espera siempre su llegada, él ve más allá que el resto, más que la dueña de la galería de arte, más que su amigo el mecánico que le invita a comer. Y ella al principio niña, va creciendo en cada encuentro, un eco que procede de otro tiempo para dar solaz a un solitario. Son Las tres edades de la mujer, la infancia, la juventud y la senectud, Ethel Barrymore, la dueña de la galería, fue Jennie también y perdió un amor mucho tiempo atrás. Y nosotros, como espectadores, entramos en el juego, narrado con sensualidad, con un espléndido trabajo del operador Joseph H August en un rodaje largo , no eran capaces de conseguir la luz adecuada y el mismo murió en el rodaje, sustituido por Lee Garmes. Esta noche encontramos el chal de Jennie de nuevo… José Miguel Moreno, Raúl Gallego y Zacarías Cotán

El montaje de "Whiplash" es uno de sus puntos fuertes. La entrada del profesor en la sala de ensayo, el silencio reinante ante su llegada a la hora exacta, plano del reloj de pared, los zapatos relucientes y las pisadas en el parqué, trombones, clarinetes, y afinaciones, hasta que la calva de Fletcher brilla y su dedo índice marca el compás. ¡No es mi puto tempo!, este hombre no perdona los errores, y utiliza la presión, el castigo para intentar sacar lo mejor de sus aprendices, la excelencia. ¿Merece la pena esa vejación? El profesor de música (J K Simmons) asegura que “Haz hecho un buen trabajo” es la peor frase de un idioma. Como el buenismo actual en la enseñanza a todos los niveles está titulando a mastuerzos a los que ya la vida pondrá en su sitio. En cualquier caso, tampoco es eso, los métodos del profesor de jazz no son los más ortodoxos, aunque a su alumno en la batería, parece irle la marcha. Una relación perversa entre alumno e instructor, dependencia que no deja al espectador indiferente, con algún exceso que está de más. No era necesario que el chico llegara sangrante, tras un accidente de su coche alquilado, un latigazo cervical, y con las baquetas a cuestas se arrastra hasta el teatro. Demasiado fuerte el Gong. Chazelle busca el impacto visual y emocional, y lo consigue, claro está, a base de llagas, tiritas, y guantazos en la cara. Un film de gestos, trabajo eficiente de los dos actores, Simmons y Miles Teller. Maestro y alumno se retroalimentan, respiran una obsesión mutua, en su reguero de pérdidas y sinsabores dos narcisistas se entienden. Esta noche nos desatamos tras los bombos y los platillos, y tocamos al ritmo de Buddy Rich…Chari Medina, Raúl Gallego, Zacarías Cotán y Salvador Limón

Un film de Guy Ritchie diferente al resto de sus historias de maleantes y su humor negro y rocambolesco. Carece de la coña y la ironía de “The Gentlemen” o “Snatch, cerdos y diamantes”. Aquí hay poca broma, acción y tiros sí, los comandos profesionales , el héroe vengativo, el castigador sin piedad dispara a sus víctimas, camina como un replicante sin ansias de seguir viviendo. En el cartel de la película, Jason Statham mira al suelo, con un impecable traje y los nudillos llenos de sangre. Acostumbrado a pegar ostias como panes, sabe disparar sin mirar a los ojos. El acabado del film es pulcro, las localizaciones aéreas, las grúas, las tomas de los rascacielos, los planos cenitales de los polígonos industriales, sazonado de un nihilismo descorazonado y una violencia que se cierne sobre todos y cada uno de los personajes. Ritchie y sus colaboradores introducen al espectador en la empresa de transporte de dinero, sigue los pasos de este calvo de espaldas de costalero, y juega con los estereotipos: uniformados con cascos amenazantes, parecen salidos del “Heat” de Michael Mann, trabajadoras de pelo corto que saben utilizar el lenguaje masculino con soltura, por cierto, el protagonista se equivocará y pensará que ella es la infiltrada. Ritchie narra con ritmo la pesadilla de este hombre que ha perdido lo que más quiere por su culpa, como suele ocurrir en sus films, la trama no es lineal. El asalto inicial al furgón blindado es rodado desde diferentes perspectivas, Statham, Rashomon frío y directo al grano, como no, hay guiños a Tarantino, el final recuerda a Kill Bill. También están ahí los métodos de Harry el sucio, el villano en este film es Scott Eastwood, el hijo de Clint, el más pirado de la banda de militares retirados que echan de menos las montañas de Afganistán y se han pasado al lado oscuro. Este castigador no se deja atenazar por nada ni por nadie, ha perdido su alma tras comprar dos hamburguesas, se ha ido con el último estertor de un chaval asesinado a sangre fría. En la retribución de H no hay catarsis. Es el baile final del Black Friday más mortífero. Esta noche disparamos al hígado, a los pulmones, al bazo y al corazón… Raúl Gallego, Salvador Limón, José Miguel Moreno y Zacarías Cotán

Ella no es mía, tampoco soy suyo, lo nuestro es temporal, somos un préstamo voluntario de momentos inolvidables que quizás podría durar la vida entera. Mario Benedetti Adaptación libre de la novela de Mario Benedetti, trasladada de Montevideo a Buenos Aires, donde se enmarca una historia de amor entre una pareja con bastante diferencia de edad. Ana María Picchio y Héctor Alterio, él, viudo, cansado de levantarse cada día para ir a una oficina, a quien los hijos le regalan en su cumpleaños un batín gris, y de pronto una nueva empleada en el trabajo, y una conexión inesperada que iluminará sus días, solo algunos días, porque el tiempo pasa y va a su aire, y además hay que contar con los caprichos del destino. Renan traslada los diálogos internos de Santomé en la novela a la sintaxis fílmica mediante los gestos, las emociones, con tanto acierto que el film resultó un éxito de taquilla en su Argentina natal. Además toca otros temas de manera audaz, estamos en la década de los setenta, la homosexualidad del hijo, o la rutina alienada de los chupatintas en la oficina. El film optó al Oscar por película en habla no inglesa, que terminó llevándose “Amarcord” de Fellini. La naturalidad de esa pareja, la humanidad de cada plano, los dos pasean por la ciudad, los diálogos, las salidas en días de lluvia, acaso eso era la felicidad. Secuencias de un sentimentalismo maravilloso, sin cursilerías, que seguro inspiraron al Garci de “Volver a empezar” o al Campanella de “El mismo amor, la misma lluvia”. Al ritmo del bandoneón de Julián Plaza y pasos de tango, de la nostalgia de un corazón al que el destino dio una tregua, un breve lapso de alegría y brillo en las miradas, y de pronto, una tos repetitiva, el destino llama a la puerta con malas nuevas. Y entonces en el restaurante Santomé le dice que él es demasiado viejo, que es mejor sufrir que estar viviendo así, y Laura contesta que no va a pasar por alto ese episodio, y suenan los violines, y Renán se las arregla para que no quede eso dulzón, que no parezca impostado, que se agarren las manos y los recuerdos nos asalten. Esta noche nos preguntamos si puede uno caer en que consiste la felicidad… Salvador Limón, Raúl Gallego y Zacarías Cotán
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